California, de Rubén Abella

Analizamos esta novela publicada por la editorial Menoscuarto

California es la narración de un desmoronamiento. De la mano de un narrador homodiegético, pero poco interviniente, asistimos a la presentación, crecimiento y caída de un héroe contemporáneo: César o ´Malley.
Hijo de padre californiano y madre vallisoletana, César se cría y crece en la ciudad del Pisuerga, donde destaca por sus dotes deportivas, su atractivo físico y sus buenas notas. Un chico educado, de buena familia, que en seguida sigue su carrera en Madrid, donde estudia económicas y donde, tras casarse con Mercedes y trabajar para empresas de prestigio como JP Morgan, se convierte en emprendedor de éxito, llegando a aparecer en la revista Time.

Despacio, presentándonos no sólo a César, sino a su buena familia (los orígenes humildes de su abuelo irlandés, la historia de amor de su padre, la depresión de su madre al verse trasplantada de Madrid a California) Rubén Abella construye la novela de un personaje que es, durante la mayor parte de la misma, la historia de su encumbramiento.

Sin embargo, también desde el comienzo vemos cómo pequeñas fisuras se han abierto en el edifico aparentemente sólido y perfecto de la vida de César: él pasea por medio mundo dos preservativos (sin ninguna intención espúrea, se convence), su hija vive cada vez más aislada de la familia y su hijo es acusado de haber robado el reloj de un compañero. La acusación procede de Enrique Marbán, prototipo del hombre amargado, hombre de apariencia pobre y antagonista único de César en esta novela con estructura de tragedia clásica.

Con descripciones breves, cargadas a veces de cierto costumbrismo, California es, sobre todo, una novela de acción y diálogo, fenómenos a los que están sometidas tanto aquellas descripciones como las reflexiones, digresiones, etc.

Con un lenguaje sin imaginería propia tanto para lo bueno (es una novela inteligible, sin barroquismos) como para lo malo (no hay aquí creación de un estilo nuevo ni apenas lenguaje artístico), Rubén Abella va creando desde los primeros capítulos una vida perfecta que se desmorona poco a poco, alcanzando su clímax (la revelación) cuando a la novela sólo le restan unas cincuenta o sesenta páginas. Es decir, la resolución.

Esta resolución tiene algo de inverosímil, o eso nos parece, en tanto en cuanto del firme y bello edificio que era la vida de César no queda ni una sola pared en pie, consumándose la tragedia no de un modo parcial, sino por completo. Si bien, el autor no parece haber podido prescindir de un último coletazo de esperanza que se abre paso en las páginas finales.

También echamos en falta una mayor profundización, aunque hubiera sido mediante la vía de la digresión o la reflexión, en un personaje como Mercedes, la mujer de César, cuyo carácter nunca llegamos a conocer y que queda siempre en una zona de sombras. Aunque el narrador no tiene por qué conocer a Mercedes, podría hacer cábalas sobre sus razones, motivos y sentimientos. Acaso esto responda a parte de la propuesta literaria de Rubén Abella, enunciada así en una reciente entrevista: “Hay algo que me interesa muchísimo, hacer preguntas y no responder, lanzar cuestiones pero no juzgar. No se puede realizar juicios de valor, por una parte, pero por otra nada está claro nunca. Siempre hay una historia pero depende de cómo se mire será de un color o de otro

En todo caso, estamos ante una novela donde la maquinaria de la narración (personajes, argumento, etc.) aparece bien engrasada, siendo éste el gran mérito de la obra y su mayor atractivo. California nos muestra el derrumbe de un hombre exitoso con una atmósfera y una trama que recuerda a las tragedias clásicas.

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