Agonie es bruja. Félicité, pasadora de fantasmas. Un profundo silencio se ha interpuesto entre estas dos hijas de un pastor durante treinta años. Sin embargo, la brutal muerte de su madre las obliga a reunirse de nuevo, muy a su pesar.
Así se inicia Té para los fantasmas, la novela que supone el regreso de Chris Vuklisevic (Francia), quien con su primera novela, Derniers jours d’un monde oublié, ganó el concurso de Folio SF Collection y el premio Elbakin, y obtuvo un gran éxito de ventas.
Para revivir sus últimas palabras, las dos hermanas que protagonizan Té para los fantasmas tendrán que encontrar al fantasma de su madre, por lo que se verán obligadas a recorrer juntas el pasado de esa mujer que amó a una y rechazó a la otra. Pero el fantasma de su madre no aparece por ningún lado, y los testigos de su vida, vivos o muertos, pintan un retrato extraño, incluso contradictorio de su progenitora.
¿Qué quería decirles antes de morir? ¿Quién era realmente esta mujer fragmentada y múltiple?
ENTREVISTA CON CHRIS VUKLISEVIC
Félicité y Agonie, es fácil saber qué personalidad tiene cada una. ¿Hasta qué punto las etiquetas que nuestra familia nos impone, a menudo de manera involuntaria, influyen en el desarrollo de nuestra personalidad?
Nuestros padres proyectan muchas cosas en nosotros. Nos imaginan incluso antes de nuestro nacimiento, o incluso de nuestra concepción: él se parecerá a su padre, ella amará la música como su madre, él tendrá tus ojos, ella tendrá tu carácter… Toda esta imaginación se materializa en particular en el nombre elegido. No imaginamos la misma personalidad para un José o un Dylan. Los estudios han demostrado incluso que tenemos la personalidad asociada a nuestro nombre: nos conformamos, a nuestro pesar, con el estereotipo que acompaña a nuestra etiqueta. Porque no es sólo un nombre, es la encarnación de una clase social, un entorno, los gustos de nuestros padres, el hogar donde crecimos. Simplemente destaqué todo esto de manera más descarada eligiendo nombres muy explícitos para mis heroínas: Félicité y Agonie. Para, a partir de ahí, ver cómo esa elección del nombre por parte de su madre –y todo lo que representa– influye en el resto de sus vidas.
Las relaciones entre madres e hijas han inspirado muchas más obras que las existentes entre padres e hijos. ¿Por qué cree que ocurre esto?
Esta es la primera pregunta que hacen los psicólogos en consulta, ¿verdad? “Háblame de tu madre…” Parece que dejamos un poco de nuestro ADN en el cuerpo de nuestra madre, para el resto de su vida. Existe un vínculo literalmente visceral entre una madre y su hijo. Un vínculo necesario, vital, pero muy difícil de cortar para llegar a ser uno mismo, independientemente de ella. Lo vemos con Félicité en Té para fantasmas: no sabe vivir sin esta madre que la colma de amor, pero también se siente asfixiada por ella. Como cualquier vínculo, es a la vez una cuerda de salvación a la que aferrarse y un freno que obstaculiza la libertad. La complejidad de esta relación universal es material inagotable para la ficción.
Cada decisión que toman los personajes tiene una consecuencia clara, ¿estructura al milímetro sus historias para que al final todo encaje?
Para Té para los fantasmas, primero dejé hablar a los personajes para entender qué historia tenía que contar. Cuando entendí que tenía que escribir la historia de dos hermanas separadas por una madre destrozada y tóxica, todo lo demás quedó claro. Empecé a ver los motivos subyacentes del texto. A distinguir los símbolos que surgieron sin que yo les prestara atención. Detectar conexiones entre diferentes elementos que no había visto durante el primer borrador. Luego pude reelaborarlos para que todo respondiera entre sí y, en última instancia, resonara coherentemente dentro de la narrativa.
Volviendo a las etiquetas, sus obras se describen como “literatura imaginativa” o “realismo mágico”. ¿Cómo las definiría usted?
Me gusta la categoría de “realismo mágico”. En primer lugar, porque se refiere a literatura que claramente me influyó a la hora de escribir este libro, por ejemplo, a Le Cœur cousu (Carole Martinez). También el viaje por el desierto de Almería que hacen Félicité y Agonie, que fue también una oportunidad para enviar un guiño al mundo hispánico, es terreno fértil para el realismo mágico. Y luego me gusta este nombre porque junta dos palabras que no deberían tener nada que ver juntas. Nos invita a poner la magia en la realidad y la realidad en la magia. Es esta imaginación que mezcla lo trivial y lo extraordinario lo que más me inspira: me encanta poner un fantasma en un supermercado, papeles administrativos en un pueblo encantado o una bruja con mareos en un coche.
Trata temas muy duros como el odio entre hermanas de una forma casi poética. ¿Cómo consigue cuadrar ese lenguaje amable en esta historia tan cruda?
Me pareció que no tenía otra opción: para contar la historia de la relación de estas dos hermanas, para expresar todo su resentimiento y odio, tenía que usar la poesía. No a través de una poesía ligeramente vaga y etérea que suavizara los sentimientos para no ofender demasiado al lector. Al contrario: poesía que, a través de imágenes impactantes, realza y aumenta las emociones. La cual, a través de su ritmo, crea una música donde las voces de los personajes resuenan entre sí. Donde las emociones de todos están tan entrelazadas, son tan violentas, que resulta casi difícil distinguirlas. Todo esto tiene sentido porque estamos hablando de gemelos opuestos y fusionados. Por tanto, intento utilizar el lenguaje, no para ocultar la brutalidad de las palabras, sino para apoyar la caracterización de los personajes y la expresión de sus sentimientos.
¿Qué influencia la Costa Azul en esta obra y cómo escoge los lugares a los que sus personajes se trasladan durante la novela?
La idea de esta novela se me ocurrió leyendo el poema de Mario Quintana que se encuentra al principio del libro, cuya última línea es esta: “Y yo mismo preparo el té a los fantasmas”. Entonces supe que quería contar una historia sobre té y fantasmas, pero me faltaba algo más profundo. Y luego tuve la idea de ambientar la historia en la Costa Azul, donde crecí, y más precisamente en Niza, de donde era mi abuelo (que hace una pequeña aparición en la historia), donde creció mi madre y donde realicé parte de mis estudios. Estos paisajes están escritos en mí, en mi imaginación, en mi historia personal y familiar. Tan pronto como coloqué mi historia en Niza, el resto se desbloqueó. Entendí que tenía que escribir una historia de familia, de transmisión, de no dichos intergeneracionales. Esto abrió la puerta a una historia más íntima y me permitió aprovechar mis propias experiencias
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