Alejandra Parejo por Marta Wall

Alejandra Parejo por Marta Wall

Alejandra Parejo, autora de “Una madre” (AdN): “La familia, durante muchos años, ha sido un espacio sagrado, un lugar rígido marcado con unos roles muy concretos”

Bruna recibe una llamada del hospital en relación con su madre, aquejada de trastorno bipolar, veintinueve años después de que esta la abandonara. Esto provoca que deje la vida que ha construido en París ahora que ella misma acaba de tener un hijo y se adentre en el lugar donde nació: un pueblo turolense donde lo rural, el silencio y la incomunicación muestran el lado más duro de la relación entre una madre y una hija que no se conocen.

Una madre, de Alejandra Parejo (AdN)

De repente con dos personas a su cargo, Bruna se enfrenta a momentos de soledad y desamparo en los que siente que no está a la altura ni como madre ni como hija. Las dudas y los fantasmas del pasado la perseguirán por todos los rincones de una casa que no considera su hogar y de un pueblo aislado que puede resultar su condena o su salvación.

Así comienza Una madre (AdN, 2023), la segunda novela de la escritora balear Alejandra Parejo.

ENTREVISTA CON ALEJANDRA PAREJO

Alejandra Parejo por Marta Wall

¿Cómo se relaciona Una madre con tu anterior novela, en la que también tocabas el tema de la maternidad?

Una madre y Una familia normal tienen en común las preguntas que me hago sobre la maternidad, la familia, los roles que tenemos dentro de ese espacio, y todo lo que tiene que ver con la culpa, la responsabilidad y esa búsqueda de perfección con la que cargamos las mujeres en algunos momentos de nuestras vidas.

La protagonista, Bruna, se enfrenta a una situación que muchas mujeres han vivido: la de tener que detener su vida para cuidar a otros. En este caso a su hijo y a su madre. ¿Había una voluntad de realizar un alegato sobre la preponderancia femenina en los cuidados? O dicho de otra manera: ¿hubiera resultado creíble esta situación si el afectado hubiera sido un hombre que se acaba de convertir en padre?

No tenía voluntad de realizar un alegato sobre la preponderancia femenina de los cuidados, pero sí es algo que me preocupa. Los roles frente a los cuidados en el entorno familiar creo que están transformándose poco a poco, aunque creo que hay una herencia que no es tan fácil de suplir. Me hubiera gustado leer esta historia con un hombre que se acaba de convertir en padre como protagonista. Supongo que estas historias aparecerán en la literatura o en el cine en cuanto la realidad se dirija hacia esos lugares.

Bruna vive toda esta situación, además, queriendo mostrarse hasta excesivamente fuerte. Quiere no llorar, salir adelante y no quejarse. ¿No es esa una carga adicional que muchas mujeres ponen sobre sí?

Sí, creo que sí. También es verdad que cada vez hay más información y se empieza a dialogar sobre las emociones, la carga mental que supone hacerse cargo de todo, pero durante muchos años esas emociones se han silenciado, como si tuviéramos que ser perfectas y poder con cualquier circunstancia. La mayoría de las veces esas circunstancias nos desbordan y creo que está bien poder decirlo. En el caso de Bruna se suma que ha crecido con sus abuelos y se muestra excesivamente fuerte, como comentas, porque eso forma parte de la herencia que han dejado sus abuelos en ella. Al final entre ellos hay una diferencia generacional mucho más grande que la que tendría con sus padres, evidentemente, y no ha podido observar a esa generación que se ha perdido entre sus abuelos y ella porque su madre se fue cuando tenía siete años y su padre mucho antes.

El mayor miedo de Bruna es no repetir con su hijo, Íñigo, lo que su madre hizo con ella.

Sin duda. Se pasa toda la novela con esa idea. Bruna es una niña herida que está intentando ser la adulta a la que siempre ha esperado, es decir, su madre. De una forma u otra busca cumplir con las expectativas que ella misma ha puesto sobre su madre, pero nunca se han cumplido y es justo eso lo que hace que Bruna se obsesione con no repetir la historia de su madre. Quiere evitar el sufrimiento en su hijo que supongo que es algo que todas las madres desean hacer con sus hijos.

Toda esta situación se desarrolla en un pueblo al que para Bruna es muy duro volver, porque representa lo peor de su pasado: el abandono de su madre. Con el añadido de que, al ser un lugar pequeño, es difícil esconder nada.

Totalmente, el pueblo hace evidente el abandono porque Bruna no recuerda nada de lo que hay allí y, sin embargo, la madre quiere que recuerde, que exista ese lugar en el que estuvieron juntas en algún momento como si así pudiera demostrar que fue su madre. Decidí situar la historia en este espacio porque quería aislarlas. Entre ellas dos existe una incomunicación tan inmensa que quise que tuvieran la obligación de hablar, la oportunidad de aburrirse, de no tener distracciones para tener que mirarse, compartir espacio, odiarse o quererse, pero estar juntas en el mismo lugar. Allí no hay casi movimiento, los personajes que lo habitan viven detrás de persianas bajadas. Sí que hay un par de personajes que entran en la historia, pero quise que no hubiera demasiadas distracciones. También elegí ese escenario, el pueblo pequeño, porque es más fácil estigmatizar a alguien con un problema de salud mental en un lugar así donde, como bien dices, es difícil esconder nada. Y no me refiero al pueblo, me refiero a un sitio pequeño donde te cruzas a diario con las mismas personas. En una ciudad grande es más fácil pasar desapercibido.  

En la obra hay sin embargo cierta esperanza, cierto trabajo de reconciliación de Bruna con su pasado. Un trabajo en el que la amistad juega un papel muy importante. ¿Es la amistad otra forma de familia, sobre todo en el mundo actual donde la familia ha ido perdiendo peso?

Para mí sí. La familia, durante muchos años, ha sido un espacio sagrado, un lugar rígido marcado con unos roles muy concretos. Formar parte de la familia suponía callarse secretos, esconder cualquier cosa que saliera de los límites marcados y salir de ahí podía ser una forma de deslealtad. Siento que cada vez sucede menos y me alegro. Me parece muy asfixiante. En mi casa nos han dado la libertad de elegir en todos los sentidos y creo que eso hace que esos límites se desdibujen y puedas crear tu familia como prefieras. Sí me parece que la amistad es otra forma de familia, pero también con la misma libertad que mencionaba. Tenemos que sentirnos libres, escuchar nuestras necesidades y crear nuestra familia desde ahí.

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