La socióloga Ángeles Rubio revoluciona la interpretación de la historia de las mujeres atendiendo sin victimismos a las propias fuentes de sus protagonistas

La historia de la humanidad comienza con la invención de la escritura, allá por el 3500 a. d. C. en Mesopotamia y Egipto. La Prehistoria comprende el conocimiento en el tiempo previo, en donde no se encuentran registros escritos, pero sí de otro orden, como yacimientos funerarios y pinturas rupestres que hoy nos muestran el protagonismo femenino en el arte primigenio y en la misma historia de la evolución.

La primera obra escrita de naturaleza literaria es de una mujer sumeria, sacerdotisa mayor y además princesa y poeta, Enheduanna: el poema a su diosa lunar, Inanna, en el que le pide protección frente al asedio de Lugalanne. Muy pocas personas lo conocen porque durante mucho tiempo se ha mantenido un gran secreto en torno a las primeras obras femeninas.

A la máxima tradicional de ‘la mujer no nace, se hace’, este libro responde con la inspiración de las hazañas y los periplos que siempre han protagonizado las mujeres por el hecho de serlo y que no las ha privado nunca de espacios de libertad y autoridad propia. Y es ahora, después de tantos siglos interpretando la historia en versión masculina, cuando llega el momento de preguntarse, ¿dónde estaban las mujeres? ¿Por qué no hablan ellas, ni apenas se habla de ellas los manuales de historia, sociología, economía, filosofía o antropología hasta tiempos muy recientes?

A estas preguntas responde la doctora en Sociología y Ciencias Políticas Ángeles Rubio Gil en Mujer se nace (Erasmus, 2024), una investigación a través de pruebas escritas, pero también del arte, otros vestigios materiales y fuentes indirectas, cuyo fin es superar los secretos, los silencios y las mentiras que nos han contado sobre la vida y los avances femeninos, para darles el lugar que se merecen en la elaboración de la historia, la Prehistoria y los procesos de humanización.

Huyendo de exaltaciones, imposiciones o victimismos, Ángeles Rubio Gil reclama el reconocimiento que muchas mujeres merecen a lo largo de la historia y pide a sus contemporáneas que busquen su propio camino frente a los retos actuales dejándose llevar por su instinto, las enseñanzas de sus antecesoras y no por discursos impuestos.

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