Si usted está harta de libros de autoficción donde hay mucho “auto” y poca ficción, le recomiendo encarecidamente que abra el ejemplar de “No era esto a lo que veníamos” y se sumerja en la propuesta de María Bastarós.
En las páginas de esta obra editada por Candaya, nos encontraremos en un mundo donde la normalidad nos muestra sus rincones más oscuros, y donde la sorpresa, muchas veces violenta, aguarda en el lugar más inesperado.
El paisaje de Bastarós constituye ya de por sí una psicogeografía del peligro. Es el desierto que rodea a la ciudad. Son los polígonos que marcan una débil frontera entre aquel y ésta. Es una gasolinera apartada donde cualquier cosa puede suceder, como que pase por allí una mujer trabajadora y se encapriche o enamore del tipo que allí trabaja; una mujer con un marido y un padre haraganes, estúpidos, que viven a sus expensas y que parecen sacados de una escena de Tarantino. Hablamos de “El día de la escopeta”, uno de los mejores relatos del libro y uno de los más originales, incluso siniestramente divertido.
En ese paisaje desértico también puede ocurrir que una niña decida regresar a la ciudad atravesando el desierto (“Ritual iniciático”). Y descubra bruscamente lo que es el deseo de los hombres, lo que significa que las tetas comiencen a apuntar bajo su camiseta. Y que a veces las cosas salen bien, pero otras no tanto.
Porque las niñas son muy importantes en esta colección de relatos. Otra se convertirá en narradora de uno de los mejores relatos, «Instrucciones para salvar a un grillo», donde la soledad y la inocencia de dos hermanos, una suerte de paraíso antes de que Eva ofreciera la manzana, se troca en violencia con la irrupción de la madre. Una obra tan breve como perfecta. Y otra pedirá un extraño deseo de cumpleaños en “Tan despacio para quienes esperan”, un relato que hará temblar a esos padres (y madres) que se dejan las pestañas frente al ordenador en lugar de jugar con sus hijos.
También una niña es la protagonista, aunque no sea la narradora, de “Las chicas no”, terrible fábula sobre la infancia y sus asperezas, en la que la ausencia de ternura lo corrompe todo hasta llegar a un final desasosegante, doloroso y literariamente perfecto . Uno de esos relatos que elevan la calidad de esta colección. Como el divertido y azote de hipocresías “Huevas de trucha” -también con dos niñas a los mandos de la narración-, o “Nunca sale gratis”, una fábula, en este caso un poco más obvia, para alertar a los incautos e ingenuos que puedan creer que una infidelidad sale gratis.
Solo “Los que mantienen el fuego” rompe la coherencia de la obra, aunque lo hace para bien. Desaparece la voz narrativa femenina, y los miedo de la mujer o de la adolescente en un mundo marcado por los deseos masculinos, y nos sumergimos en la historia de una crisis y una vergüenza: las que siente un enfermero cuando descubre que siente una atracción sexual por un niño recién nacido. Y huye pero sin saber hasta cuándo ni hasta dónde. O si el éxito que en otras facetas alcanza por el camino podrá curarlo. Una mirada al deseo que cierra fantásticamente esta colección diferente, atrevida y muy bien escrita de María Bastarós, en la que apenas unos pocos relatos (“Cena de mayores” y sobre todo “Notre-Dame reducida a cenizas”) son menos sorpresivos, más evidentes. Lo que no desmerece, ni mucho menos, el resultado global: una colección de relatos de altísimo nivel.
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