“El Puñal”, de Jorge Fernández Díaz

Los periodistas argentinos más comprometidos han descubierto, hace algunos años, un nuevo vehículo con el que poder transitar por las autopistas de la información sin necesidad de ser asesinados o “desaparecidos”.  Ese vehículo no es otro que la novela negra con tintes sociopolíticos, una novela de denuncia en la que vierten todo aquello que les está prohibido decir en sus periódicos ya sea porque no tienen las pruebas necesarias para ello o porque, como en gran parte de los países del mundo-  la Argentina no es una excepción –  los medios de comunicación dominantes no son otra cosa más que una extensión del mismo poder corrupto al que buscan denunciar.

Jorge Fernández Díaz es uno de estos periodistas de investigación  que juega con la ficción para aproximarse a la realidad. El suyo no es un trabajo periodístico sino literario. Con la creación de interesantes personajes que lo acreditan como un buen lector del género (en su libro creo detectar influencias del gran escritor mexicano Rafael Bernal y de su detective privado, Filiberto García), al perfilar el personaje principal de su novela : un ex soldado de la Guerra de las Malvinas, violento y sin escrúpulos,  que trabaja a las órdenes de “El coronel”, un cínico y siniestro jefe de los servicios de inteligencia en la sombra, llamado Leandro Cálgaris,  un personaje al que todos los presidentes y ministros echan mano y que es conocido en los círculos políticos argentinos como “el tipo que arregla los problemas”

Remil es un arma en manos de “el coronel”. Un arma fría y calculadora capaz de torturar a periodistas para impedir que publiquen sus libros si estos perjudican a la clase política o económica, de liquidar a cualquiera o al menos de atemorizar y violar todo tipo de intimidades. Para ello, el ex combatiente de las Malvinas, recurre a Lali, una joven de treinta y ocho años, rockera y cocainómana, excelente motorista que hace los seguimientos; a la Vieja , una cartonera de la calle que vigila a los vecinos y conoce perfectamente sus hábitos y costumbres; al Cerrajero, un hombre de los barrios bajos, al que no se le resiste ni una puerta ni una caja de caudales; o a Palma, un hacker capaz de demostrar a cualquiera que hoy la intimidad es poco menos que una broma.

A través de estos personajes discurre la trama de corrupción política en la que todo está permitido, con la única finalidad de acumular el mayor poder político y amasar fortunas saltándose todas las reglas de juego. Para ellos, a decir de Remil, el personaje principal de esta novela, “más vale vivir cinco días como rey que treinta como buey”, siguiendo la lógica del saqueo rápido, cueste lo que cueste.  Nuestro violento personaje se queda reducido cuando lo comparamos con aquellos que realmente corrompen a la sociedad desde el poder y a quienes pocas veces se puede tumbar: “A estos caciques los derriban los jueces o las enfermedades. Nadie más. Y te diría que los jueces son menos efectivos que las coronarias”

“El puñal”, publicado por Planeta, es un libro muy oportuno, con un gran gancho periodístico, que no es otro que la misma realidad argentina, con la extraña muerte del fiscal Nisman, que pudo haber sido asesinado a instancias de los servicios de inteligencia que trabajan para el poder a instancias del algún “coronel” que habría utilizado a personajes como Remil para hacer la faena en un país en donde esto no se descarta. El propio presidente Macri, recién elegido, no duda en asegurar que la corrupción está instalada en Argentina y que ha recibido un Estado desmantelado en el que el narcotráfico había avanzado mucho. De esto va “El puñal”: de narcotráfico a gran escala, narcotráfico impulsado y permitido desde las áreas de decisión política. De la corrupción y de la impunidad ante el delito que hace expresarse así a Leandro Cálgaris, el ficticio jefe de los servicios de inteligencia: “¡Salud! ¡Salud, colega, por este arriesgado oficio  que hemos elegido y porque todos se vayan a tomar por el culo! “

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