Norma Jeane Baker de Troya, de Anne Carson

¿Es teatro esta obra? ¿Poesía? ¿Ensayo? ¿Todo ello? Importa poco. Es literatura. Y de la buena, de la imprescindible.

Vaya por delante que quien esto escribe siente por Anne Carson una fascinación con los suficientes años para no ser objetivo en sus evaluaciones. Una fascinación que se justifica porque en el mundo de las formas copiadas y la ausencia de renovación, cada libro de esta autora canadiense es una sorpresa formal.

¿Hace poesía Carson? ¿Hace ensayo? ¿Un híbrido de ambos? Probablemente es más sencillo responder que hace literatura. Y que si sus libros no son sencillos o accesibles, y a veces parecen fríos, son sobradamente inteligentes y formalmente impecables.

“Norma Jeane Baker de Troya” (Vaso Roto) no es una excepción. El procedimiento ya ha sido usado por Carson en algunos poemarios anteriores, como el dedicado a los fragmentos de Safo. Consiste en actualizar un mito o una literatura de la antigüedad clásica. Algo, dicho sea de paso, fácil de decir o explicar, pero no tan sencillo de hacer.

En este libro Carson hibrida la mitología de dos mujeres marcadas por su atractivo, por su fama de “mujeres fatales”: Marilyn Monroe y Helena de Troya. La mujer a la que sus seguidores querían siempre perfecta, divina, y que según el mito sedujo al presidente Kennedy y la mujer que hizo zarpar a la guerra a miles de naves y cuya belleza era, igualmente, tenida por divina.

Que el trabajo se centra en la persona que fue Monroe y no en el mito que fue Marilyn, se muestra en la elección de uno de los nombres menos conocidos de la estrella: Norma Jeane Baker, el que usa el apellido tanto de su madre como de su padre natural. La Monroe que fue secuestrada por su padre abusador, la que realizó películas para adultos, la que fue usada por los hombres.

Cuando hablamos del trabajo de hibridación de Carson, no hablamos de que ambas conversen a través del tiempo, sino que Carson crea una mujer nueva que es Helena y es Marilyn, o que es Helena leída por Marilyn. Una mujer que está en Troya y que está en Hollywood, y que incluso se permite el lujo de transformarse en Truman Capote, el más conocido hagiógrafo de la actriz. O hablar de y a través de Arthur Miller, “rey de Esparta y Nueva York”. Norma Jean llega a interpretarse a sí misma, es decir, la sex symbol que le hicieron ser toda su vida.

En la obra el tiempo no existe y la historia ya no parece un continuo, sino algo que está sucediendo a la vez, en cima de la escena de un teatro. Y Hermione ya no es la hija de Helena y Menelao, sino la hija de Norma Jeane, a quien esta añora, a quien apenas puede ver y a quien despide cuando parte de viaje en barco o tren. A quien añora.

Del mismo modo, los versos que componen los diálogos aúnan la contemporaneidad con los sonidos clásicos, las imágenes de Eurípides y Homero con las referentes a la cultura pop. Y sirven para que Helena y Norma Jeane o Marilyn nos cuenten, desde su punto de vista, las batallas que se libraron en su nombre, aunque ellas no tuvieran nada que ver, aunque fueran solo una nube sobre Troya, es decir, apenas una excusa.

La capacidad de Carson para llevarnos más allá de lo obvio con su lenguaje y sus escenas, para crear múltiples lecturas de cada pequeño texto alcanza aquí una de sus mejores cotas. En un momento dado, por ejemplo, nos cuenta cómo Helena teje, siguiendo al mito, exactamente lo que ocurre en la guerra, cada escena, cada muerte, cada brillo en las armaduras o en los cascos de los soldados. Con esa idea, Carson teje a su vez uno varios fragmentos de este libro que llevan al lector a reflexionar -pero por su propio pie, sin consignas: otro de los méritos de Carson- no solo sobre la guerra, sino también sobre el papel del arte y la representación, y por supuesto de las mujeres en las contiendas.

El propósito, sentido como obligación y que Carson señala en la propia obra, es, por supuesto, releer a estas dos mujeres y sus circunstancias desde una ´óptica feminista. Pero, desde luego, sin caer en el panfleto o en el eslogan. Se cuida Carson de ello con un muy elaborado trabajo formal, visible desde la presentación, esta vez en forma de diálogos y monólogos teatrales que, igualmente, convivan las formas clásicas del teatro griego con las de la escena contemporánea.

¿Es teatro, entonces? ¿Poesía? ¿Ensayo? ¿Todo ello? Importa poco, la verdad. Es literatura. Y de la buena, de la imprescindible.

Presentado en edición bilingüe, como siempre en Vaso Roto -una de esas editoriales cuyos libros siempre son garantía de sorpresa y novedad-, el libro es una piedra más en la original, culta e inteligente obra de la poeta en inglés más importante que hay ahora mismo en el mundo de las letras.

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