Dicen que en su momento, y debido a ello desde entonces, “El adolescente” de Fiodor Dostoievski -la penúltima de las que publicó- no fue muy bien recibida. No se entendió la forma de narrar en primera persona del autor de Crimen y Castigo ni las disquisiciones literarias en que, sobre todo al comienzo y al final de la obra, entra el protagonista.
Recuperada ahora por Alba editores, esta novela, sin embargo, nos muestra quizá al Dostoievski más contemporáneo, capaz de anticipar por momentos, incluso, al narrador poco fiable que haría después afamado a Nabokov.
Pero primero, la historia: la novela es narrada por Arkady, un joven que es hijo ilegítimo de un noble venido a menos, Andréi Versílov, al que en parte odia por haberle abandonado, pero realmente ama por considerarle la encarnación de todos sus ideales.
La infancia de Arkady no ha sido sencilla. Además de ser hijo ilegítimo y vivir alejado de su madre y de su padre – a quienes ha visto un par de veces en su vida- en el colegio se burlan de él por su baja extracción social y lo convierten poco menos que en un lacayo del profesor y tutor.
Con ese bagaje a cuestas, recala en San Petersburgo para conocer por fin a sus progenitores y vengarse de ellos y de toda la sociedad, gracias a lo que él llama, grandilocuentemente, “su idea”: hacerse rico, ser un verdadero Rothschild, pero solo para ser un asceta… en su palacio.
Además de ser la única de sus grandes novelas escrita en primera persona, “El adolescente” es el único bildungroman estricto de Dostoievski. La obra presenta dos grandes tramas. En la primera mitad, vemos cómo el protagonista se asienta en San Petersburgo y cómo, presa de su idea, prepara un plan para vengar el honor de su padre y el suyo propio, dañado aparentemente por la ofensa de otro noble.
En la segunda parte, el protagonista, inconstante como todos los adolescentes, abandona sin embargo su idea y comienza una vida disoluta, siendo el argumento central el desmarañamiento de una trama de familia que girará alrededor de un documento que solo ha visto y posee el protagonista.
Sobre ambas tramas se sustenta la larga narración de Dostoievski que, sin embargo, permite una lectura fluida y que incluso atrapa al lector y que se condimenta, por así decirlo, con digresiones del narrador-protagonista sobre los límites de la escritura e incluso, al final y por boca de otro personaje, sobre la función de ésta en el momento histórico que vivía Rusia cuando la obra fue escrita.
A ello se suman los principales temas de Dostoievski: la indagación psicológica, la nobleza de espíritu frente a la meramente formal, el agotamiento del antiguo régimen y las dudas que ofrece al pueblo la nueva Rusia; y, sobre todo, una idea moral de sacrificio, religión y bondad que en este caso representa el personaje de Makar, padre legal del protagonista (y marido de su madre), que ha llevado una larga vida de peregrino por Rusia y que recoge toda la ternura no solo del narrador, sino también de los demás personajes y, cabe decir, hasta del propio Dostoievski.
Una obra, a nuestro entender, sumamente más interesante hoy en día que, por ejemplo, “Los endemoniados”, con la que guarda una lejana relación en la crítica a los movimientos revolucionarios en Rusia, aquí en segundo plano (y solo al inicio de la novela) y allí protagonistas; y desde luego, mucho más entretenida gracias a la complicidad, y en ocasiones hasta ternura, que despierta el narrador y protagonista en el lector.
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