Benito Peral

Benito Peral: “El cerebro masculino y el femenino son distintos incluso a nivel de microscopía electrónica. Y todas estas diferencias nos hacen percibir, sentir, interpretar y hasta pensar de manera distinta”

Todos los seres humanos, sin excepción, deberemos enfrentarnos a lo largo de la vida al sufrimiento, a las dificultades en las relaciones con los demás, al paso inexorable del tiempo y a la experiencia de la muerte, y abordar la desgastante lucha del día a día, repleta de incertidumbre y de cambios incesantes.

Para ayudar a las personas con ese reto, el psiquiatra Benito Peral ha publicado su libro Psicología urgente para la vida cotidiana (Pinolia, 2021), una guía para superar el reto de convivir con uno mismo y también con los demás

¿Cómo está viviendo este debate sobre la salud mental?

Ya era hora de que en nuestra sociedad se tomara más en cuenta la salud mental. Ponemos mucho énfasis en controlar el colesterol para evitar patologías vasculares, evitar el sobrepeso, la hipertensión arterial y cuidar nuestro corazón, pero no ha habido hasta ahora un interés similar en los medios y en el ámbito político por la salud mental, cuando ésta es tan importante si no más que la salud corporal. La salud mental es mucho más que la ausencia de enfermedad mental porque hace referencia a un estado de bienestar psicológico y social. Con demasiada frecuencia oímos decir que debemos mantener la sociedad del bienestar, pero centramos ese bienestar en aspectos fundamentalmente económicos y olvidamos los aspectos psicológicos. Ojalá que este interés se mantenga y que nuestra sociedad sea más sana “mentalmente”.

Que ahora sea más fácil contar estas experiencias de problemas mentales ayuda ya de por sí a la curación? Hablar y dejar ver el problema es el primer paso?

Claro que sí. Los psiquiatras y los psicólogos sabemos del poder terapéutico de la “catarsis”. Éste es un término griego que utilizamos para expresar el alivio que sentimos cuando podemos sacar fuera lo que nos angustia, cuando podemos ponerle palabras a lo que sentimos, cuando tenemos ocasión de expresar y compartir una pena, un conflicto o un problema. Todos hemos experimentado alguna vez cómo nos sentimos mejor cuando alguien cercano sabe escucharnos y comprendernos sin enjuiciarnos.

Pareciera que estar contento es algo pasajero y que la felicidad es algo permanente. Pero todo es mucho más complejo. Creo que la felicidad es más bien una dimensión, algo que se tiene en mayor o menor medida.

Benito Peral

Una de las patologías más claras de las sociedades contemporáneas es que cada vez toleramos peor estar a solas con nosotros mismos. ¿Cómo ha evolucionado la sociedad a este respecto?

Vivimos tiempos de cambios vertiginosos, las nuevas tecnologías en el ámbito de la comunicación están cambiando por completo la manera de relacionarnos. Pensemos en las redes sociales o en los medios de los que disponemos para evadirnos, pensemos en la importancia de lo virtual… Toda esta auténtica revolución nos aporta, que duda cabe, grandes beneficios, pero tenemos que ser capaces de controlar los problemas que también trae consigo. Toda evolución trae nuevas soluciones y también nuevos problemas. Hay nuevas adicciones, nuevas patologías. Suelo decir que las nuevas tecnologías nos acercan a los que están lejos y nos alejan de los que están cerca; nos proporcionan una evasión casi sin límites y eso nos imposibilita “ensimismarnos”, estar con nosotros mismos, disponer de un espacio interno de contemplación, de serenidad y de sosiego.

El objetivo de tolerarnos mejor es alcanzar la felicidad: ¿Pero no le otorgamos demasiada importancia también a la felicidad? ¿Es la felicidad un estado fijo o un proceso dinámico?

Su pregunta es tremendamente compleja y créame si le digo que se podría dedicar todo un Master a desarrollar todos los aspectos que están implicados en ella. A lo que le damos demasiada importancia es a divertirnos, a pasarlo bien, y eso no tiene que ver con la felicidad. Por lo pronto le diría que la palabra felicidad me resulta demasiado grande y demasiado categórica. En nuestra lengua castellana en la que distinguimos entre “ser” y “estar”, solemos decir “estoy contento” y “soy feliz”. Pareciera que estar contento es algo pasajero y que la felicidad es algo permanente. Pero todo es mucho más complejo. Creo que la felicidad es más bien una dimensión, algo que se tiene en mayor o menor medida, y que resulta muy difícil, si no imposible, ser feliz en un sentido absoluto y completo. Creo también que para ser “medianamente” feliz, es necesario asumir cierta incompletud, saber renunciar al todo. Ser feliz no es tener lo que se desea sino disfrutar de lo que se tiene. Y creo también que la felicidad está más en el “ser” que en el “tener”.

La depresión es el doble de frecuente en la mujer que en el hombre en nuestra sociedad y esta mayor frecuencia obedece a factores de distinta índole, tanto biológicos como psicológicos y socioculturales

Benito Peral

Para la felicidad, el amor es muy importante. Pero también el amor está cambiando mucho en los últimos años. ¿Cómo se relaciona esa dificultad para convivir con nosotros y con los demás con el amor y sus nuevas formas?

El amor es condición necesaria para la felicidad. Si una persona no ama, en el sentido más amplio de la palabra amor, no puede ser feliz. El amor es el principio y el fin. Y esto creo que no cambia ni cambiará para la humanidad. Lo que está cambiando y ha cambiado siempre dependiendo de los tiempos y de las culturas son las formas del amor erótico y del enamoramiento en las parejas. Cambian las formas de convivencia, las estructuras familiares, las maneras de relacionarnos. La convivencia es siempre una asignatura difícil. Los seres humanos somos como erizos en una noche fría a la intemperie, necesitamos acercarnos unos a otros para darnos calor, pero cuando lo hacemos nos pinchamos recíprocamente con las púas que todos portamos. Encontrar la distancia adecuada no es fácil, pero nos necesitamos unos a otros, “interdependemos”. En la soledad no podemos ser realmente felices, el amor es, precisamente, la necesidad de salir de uno mismo.

No teme entrar en un terreno pantanoso como es el del género, el sexo y la conducta predeterminada biológicamente. ¿Cómo nos marca el sexo biológico a la hora de tratar a los demás? ¿Es, por ejemplo, algún sexo más dado a la depresión o a la violencia?

Sé que entro en un terreno pantanoso, pero no lo temo. Temería el hecho de evitar el terreno pantanoso para no complicarme. A estas alturas de la vida lo que uno debe temer es ser inauténtico y bailar al son que otros imponen. En este tema hay demasiada ideología y estamos perdiendo el norte. Hombres y mujeres somos distintos, muy distintos, mucho más distintos de lo que la mayoría puede imaginar. La diferencia es anatómica, fisiológica, hormonal y psicológica. El cerebro masculino y el femenino son distintos incluso a nivel de microscopía electrónica. Y todas estas diferencias nos hacen percibir, sentir, interpretar y hasta pensar de manera distinta. Aunque muchos se empeñen en igualarnos las diferencias permanecen. Ahora bien, el ser humano no es sólo biología, somos seres bio-psico-socio-culturales y todas esas facetas implicadas nos hacen tremendamente complejos.

Me hace dos preguntas concretas que quiero contestar categóricamente. La depresión es el doble de frecuente en la mujer que en el hombre en nuestra sociedad y esta mayor frecuencia obedece a factores de distinta índole, tanto biológicos como psicológicos y socioculturales. Y el sexo masculino es claramente más dado a la violencia y esa diferencia radica de entrada en la tasa de testosterona, sobre la que influyen obviamente también factores socioculturales.

Es un empeño inútil intentar uniformarnos, somos afortunadamente distintos. En lo que tenemos que ser iguales es en derechos y obtener, de una vez por todas, esa igualdad entre hombres y mujeres en una sociedad tradicionalmente machista, debe ser mucho más que un objetivo, ha de ser un principio irrenunciable.

About Author

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *


five × = fifteen