El matsutake es el hongo más valioso del mundo. Son setas silvestres que viven en bosques alterados por los humanos en el hemisferio norte. Su capacidad para nutrir árboles ayuda a que crezca vida en lugares desalentadores y espeluznantes. También es un manjar en Japón, donde alcanza precios astronómicos y es conocido como “oro blanco”. Pero, más allá de la micología, el matsutake plantea una pregunta crucial: ¿qué seres vivos se las arreglan para vivir en las ruinas que hemos creado?
La seta del fin del mundo de Anna Lowenhaupt Tsing (Capitán Swing, 2021) aborda las relaciones humanas con especies no humanas, específicamente el preciado hongo. Según la autora, la predisposición del matsutake a brotar en paisajes devastados nos permite explorar la ruina en la que se ha convertido nuestro hogar colectivo y las opciones que tenemos para sobrevivir en él, ya que el hongo nos revela posibilidades de coexistencia en el marco de nuestros dañados ecosistemas y paisajes, lo que ella llama “las ruinas capitalistas”.
De un extremo a otro del planeta, el libro siguela peculiar cadena de una de las materias primas más extrañas y únicas de nuestro tiempo y explora rincones inesperados del capitalismo: los gourmets japoneses, los recolectores desplazados, los comerciantes, los luchadores hmongs, los bosques industriales, los pastores de cabras chinos de etnia y los guías de naturaleza finlandeses.
A través de este seguimiento del comercio y la ecología del matsutake, Tsing aborda el asunto de los medios de subsistencia en los entornos precarios, y con habilidad convierte la historia de este hongo raro en una parábola moderna de supervivencia postindustrial y renovación ambiental.
La paradoja de su estudio es que en un contexto de ecocidio el hongo se las apaña para sobrevivir en las condiciones más adversas,como también lo hacen quienes los recolectan en circunstancias de incertidumbre. La precariedad es así el vínculo entre el hongo y sus recolectores, ya que ambos proceden de ambientes devastados (bosques y sociedades). Sin más opción que la supervivencia, humanos y setas quedan unidos a través de un modo de vida que toma como sustento uno de los pilares de un ecosistema roto.
Si debemos sobrevivir en las ruinas del capitalismo, lo que algunos llaman Antropoceno, necesitamos un ejemplo de cómo se pueden establecer conexiones totalmente inesperadas entre la economía, la cultura, la biología y las estrategias de supervivencia. Este ensayo abre una vía a través de algo tan aparentemente insignificante como un hongo silvestre.
Sobre la autora
Anna Lowenhaupt Tsing (EU.UU, 1952) es una antropóloga estadounidense, que ejerce como profesora en el Departamento de Antropología de la Universidad de California, Santa Cruz. En 2018, recibió la medalla en memoria de Huxley del Real Instituto Antropológico. Tsing se licenció en la Universidad de Yale y completó su máster (1976) y su doctorado (1984) en la Universidad de Stanford.
Al recibir su doctorado, se desempeñó como profesora asistente visitante en la Universidad de Colorado, Boulder (1984–86) y como profesora asistente en la Universidad de Massachusetts, Amherst (1986–89). Luego se incorporó a UC Santa Cruz.
Ha contribuido y escrito varios artículos y libros sobre una amplia gama de temas antropológicos. En 2010, recibió una beca Guggenheim. En 2013, Tsing recibió la cátedra Niels Bohr en la Universidad de Aarhus en Dinamarca por su contribución al trabajo interdisciplinario en los campos de las humanidades, las ciencias naturales, las ciencias sociales y las artes. Actualmente está desarrollando un programa transdisciplinario para explorar el Antropoceno. Tsing es directora de AURA: Aarhus University Research on the Anthropocene en la Universidad de Aarhus.
El proyecto fue financiado por la Fundación Nacional de Investigación Danesa por un período de cinco años hasta 2018.
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