¿Es posible que un ser humano sea capaz al mismo tiempo de lo peor y de lo mejor?

Aunando la concisión de Marguerite Duras y el arte de un miniaturista, Kim Thúy hace que del horror brote la gracia sin sentimentalismos edulcorados. Una luminosa novela sobre el odio y el amor trenzada con los jirones de la memoria colectiva y personal.

La nueva novela de Kim Thúy tiene clara la respuesta: no existen las pasiones puras; el odio más recalcitrante puede estar entreverado con el amor más genuino. En pequeños capítulos, la autora desgrana la tragedia del pueblo vietnamita (y, en realidad, la de cualquier pueblo asolado por una guerra interminable) hasta nuestros días desde la llegada de los colonos que explotaron las plantaciones de caucho, tragedia que continuó con aquello que los estadounidenses llaman guerra de Vietnam, y los vietnamitas, guerra estadounidense. Apoyándose en un sólido material documental y en los testimonios de aquellos que vivieron la guerra en el lado asiático, Thúy alterna las reflexiones sobre la Historia, la identidad y el lenguaje, a la vez que teje un conmovedor tapiz con los hilos de los azarosos destinos individuales de quienes sobrevivieron y sucumbieron a las calamidades de décadas de conflicto: jirones de memoria colectiva y personal trenzados de luces y sombras.

«Si se os encoge el corazón al leer estas historias de locura previsible, de amor inesperado o de heroísmo ordinario, pensad que toda la verdad muy probablemente os habría provocado, o bien un paro cardíaco, o bien un acceso de euforia. En este libro, la verdad aparece fragmentada, incompleta, inconclusa en el tiempo y en el espacio. Entonces, ¿sigue siendo la verdad? La respuesta la dejo a vuestra elección: será el eco de vuestra propia historia, de vuestra propia verdad. Mientras tanto, en las palabras que siguen os prometo cierto orden en las emociones y un desorden inevitable en los sentimientos.»

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