Buen entretenimiento, de Byung-Chul Han

Este libro de Byung-Chul Han (herder, 2019), uno de los filósofos europeos más vendidos, es una respuesta a quienes desde el arte, la literatura y la filosofía llevan décadas alertando contra el «peligro» del entretenimiento. Y contraponiendo esa figura a la de la cultura, como si ambas fueran compartimentos separados.

Cuesta no pensar en esta obra, por ejemplo, como una respuesta a «La civilización del espectáculo», el compendio de columnas y breves ensayos en el que el Nobel Vargas Llosa despotricaba contra la sociedad contemporánea la cual, a su parecer, habían abandonado toda cultura para caer en los brazos del espectáculo y el entretenimiento.

Acudiendo de nuevo a la fragmentariedad, Han elabora en este libro más que una teoría, un cuaderno de lecturas críticas sobre las que él va elaborando su pensamiento, sin acabar de ordenarlo del todo y sin que lleve, como es habitual en él, a algo así como una conclusión, que queda abierta para que el lector la escriba.

En concreto, Han relee la idea del arte como Pasión (es decir, la idea del escritor o artista como ser solitario, doliente, que concibe su profesión como un sacerdocio o un sacrificio y la del arte como fruto de ese desempeño doloroso) para mostrar que dicha idea no es una «esencia», algo objetivo y externo al devenir social, sino que por el contrario y como toda idea se trata de un constructo cultural y temporal que se ha impuesto a otros: una convención, a su entender errada:

«Al espíritu de la Pasión podrá parecerle que la totalización del entretenimiento es una decadencia. Pero en el fondo la Pasión y el entretenimiento están hermanados», dice Han, quien apunta que frente a un arte de la Pasión que excluye lo «entretenido» por considerarlo vacuo y poco serio, y un entretenimiento que, en sus manifestaciones más extremas, es víctima de la inmediatez y puede acabar en un puro sinsentido, cabe la posibilidad de un «buen entretenimiento», sereno y afable, que englobe el afán de trascendencia del arte de la pasión y el afán de inmanencia del puro entretenimiento.

«La historia del arte no es forzosamente una historia de la Pasión. El dolor, el miedo y la soledad no son las únicas fuerzas motrices para la producción de formas artísticas», resume, para añadir que «el arte de la inmanencia o el arte de lo efímero no es una contradicción». Es decir, que es posible un arte del aquí y del ahora, descargado de esa teología de la transcendencia que parece recorrer buena parte de la teoría artística de los dos últimos siglos.

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