No es éste el primer libro de Barbara Ehrenreich que llega a nuestro país (aquí reseñamos ya «Por cuatro duros«), y de hecho la propia editorial Turner editó hace unos años y acaba de reeditar de la misma autora el exitoso «Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo». Una obra que puede entenderse como un antecedente de este «Causas naturales», un ensayo donde la autora norteamericana investiga, critica y sobre todo pone en crisis muchos de los mitos sobre la longevidad.
La premisa de Ehrenreich no deja, por obvia, de ser necesaria de recordar: todos aquellos que se alimentan bien, no fuman, no beben, hacen deporte y toman decenas de medicamentos acaban muriendo igualmente. Y en muchas ocasiones, antes que los demás.
La lucha contra la mortalidad y la idea del envejecimiento como una tara que conviene evitar, dice la autora, se ha convertido en una de las claves de las sociedades occidentales y sobre todo (aunque aquí la relación causa efecto no esté clara) en una fuente de negocio para muchas personas: médicos, farmacéuticas, gurús de la autoayuda, naturistas, gimnasios para la tercera edad, etc.
Lo mejor de la obra es, de hecho, esa dosis de alegre sarcasmo que la envuelve y que sirve a su autora para combatir la creciente preocupación por nuestra saluda, hasta caer en el delirio de enfermar por tanto querer cuidarnos.
Por el camino, Ehrenreich realiza críticas a la medicina entendida como ritual no siempre científico (pero que se vanagloria de lo contrario), a los dispositivos tecnológicos biométricos, a la cultura del fitness,… y realiza importantes e interesantes apreciaciones sobre el mindfulness y su origen como marca que es «budismo masticado, comercializado y privado de toda mención a la trascendencia». Un mindfulness dice que aleja de la idea de «iluminación» para tratar de hacernos más centrados y menos distraídos… sobre todo en nuestro trabajo. Es decir, más productivos.
Una trampa equiparable a la de sustituir el derecho a la salud por la «obligación moral» individual de mantenerse sano, para así costar menos al Estado y a las aseguradoras, hasta el punto de que socialmente nos han ido convenciendo de que «evitar el tabaco, hacer ejercicio, acudir a revisiones médicas periódicas y comer solo los alimentos considerados sanos en la actualidad» es una obligación. «Quien no haga estas cosas se arriesga a una muerte temprana. O, por decirlo de otra manera, toda muerte puede entenderse ahora como una suicidio».
El libro, que oscila entre lo científico (con pasajes técnicos) y lo filosófico, pertenece en última instancia a la noble tradición del estoicismo: lo que la autora quiere es enseñarnos a envejecer sin miedo, a reconocer las limitaciones crecientes y a resignarnos a que un día moriremos, como todos. A aceptar, en suma, la terrible verdad que esconde uno de los mejores endecasílabos de la poesía española: «tanto penar, para morirse uno».
Como quiera que comparto con Barbara Ehrenreich esa curiosidad por muchos y variados campos del conocimiento, su idea de que el negocio de «envejecer activamente» nos está matando mientras se enriquece a nuestra costa y encima nos hace sentir culpables, y la creciente indignación hacia unas prácticas médicas que se creen todopoderosas y que se han despersonalizado hasta caer en el absurdo, sólo puedo que recomendar este libro. Su salud se lo agradecerá. Sobre todo, su salud mental.
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