Textos Críticos, de Thomas Mann

Thomas Mann, por quien siento una rendida admiración como narrador, fue como ensayista uno de los últimos representantes, y quizás el más grande, de una de manera de escribir y exponer argumentos, la de comienzos del siglo XX que después cayó en desuso, pero que seguimos identificando con la “Gran Cultura” modernista.

En “Textos críticos” (Navona, 2016) se nos ofrece una colección de ensayos caracterizados por esa mirada burguesa y erudita sobre el mundo que tan característica fue en los grandes escritores nacidos y educados en la Europa anterior a la primera Guerra Mundial. Sin apenas recurrir a la cita ni al documento, y en un tono creador que oscila entre el propio de una conferencia y el de las biografías divulgativas, Mann trata temas tan dispares como la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche, la política de la alemania pre-nazi, la obra de Knut Hamsun o “El agente secreto” de Joseph Conrad.

En todos ellos Mann muestra su estricto sentido de la estética, así como un agudo olfato para diferenciar el arte (concepto entonces cargado todavía de muchas connotaciones románticas) de otro tipo de productos destinados a brillar y desvanecerse como fuegos artificiales.

Al tiempo que sus comentarios, Mann elabora, en segundo plano, una estética propia, coincidente en buena medida con la dominante durante décadas en Europa: la estética de la burguesía acomodada de antes de las dos Guerras Mundiales. Con la figura del genio-creador en primer plano (un hombre individualizado, superior, en contacto con realidades más altas) y la del lector-connaisseur, que tiene cultura en diversos campos y que trabaja como un degustador del auténtico arte, en segundo plano. Por debajo quedaría la masa iletrada, indiferente o insensible al arte, a la que (ahí la postura de Mann es menos clara) convenía elevar o no hasta las cumbres de la cultura.

Con todo, personalmente la mejor parte del libro la conforman los textos de Mann destinados a hablar sobre su propia obra: algo que Mann hacía con tanta vanidad como cordura, y que era más común y comprensible en la época de lo que sería ahora.

Estos textos (como el que dedica a “Los Buddenbrook”, o a “La montaña mágica”, sus dos obras más reconocidas) no sólo son interesantes por la visión que Mann ofrece de sus propias obras, sino también por lo que el escritor muestra de sí mismo al hablar de ellas: sus intereses, sus obsesiones y hasta su sólida seguridad en estar realizando, siempre, una labor a la altura de su genio.

Esta colección de pequeños ensayos se suma, en cualquier caso, al canon de libros de Thomas Mann publicados en castellano y son una buena puerta pare entender y conocer mejor a uno de los escritores más importantes del siglo XX europeo. El último gran escritor burgués y, sin duda, una de las mentes más brillantes del pasado siglo.

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