Alain Badiou: alianzas inesperadas

La filosofía sigue siendo un bastión del pensamiento contracultural. El debate intelectual es ahora más necesario que nunca.  Repensar los atentados de París del 13 de noviembre es una obligación moral. ¿Cómo hemos alentado en nuestro seno a yihadistas capaces de morir en nombre del odio? Los intelectuales europeos se apresuran a ejercer como tales, y eso favorece el debate democrático. Entre otros, el francés Alain Badiou (Rabat, 1937), que propone analizar los trágicos eventos a la luz de la lucha de clases. En Nuestro mal viene de más lejos (Clave Intelectual, 2016. Traducción de María del Carmen Rodríguez) adjudica al triunfo del ultraliberalismo, sin contrapeso social o político, todo el mal que nos asola.

La respuesta de Badiou es simple (y no por ello menos compleja): el yihadismo es el engendro monstruoso del capitalismo. No se trata de una reacción contra el capital, ni siquiera una versión alternativa (a pesar del odio a los valores consumistas y depravados de Occidente, expresados por el islam radical y el terrorismo). Para el profesor emérito en la Escuela Normal Superior de Francia, el yihadismo es una forma moderna de fascismo, la cara oculta de un deseo frustrado, más o menos organizado militarmente en una banda mafiosa con diferentes coloraciones ideológicas, donde la religión juega un papel puramente formal.

Sus críticas, sin embargo, no se limitan al islam. “La religión pudo ser siempre un pretexto, una cobertura retórica manipulable y manipulada por las bandas fascistas”. La fe no es, en su opinión, sino una empresa al servicio del capitalismo. “Piensen en el fascismo español, en el de Franco, dado en extremo a las ejecuciones masivas, incluso mucho tiempo después del fin de la guerra civil”.  En cuanto a la clase media, meros peones del mercado, sigue manipulada por el poder, que ha inventado un enemigo imaginario que los mantiene convenientemente aterrorizados y los convierte, de paso, en xenófobos y racistas: “No hay ninguna razón particular para hacer como si (…) los ejércitos occidentales representaran la civilización (…) La guerra es la guerra, son siempre matanzas más o menos turbias, y nosotros mismos hemos torturado, matado, deportado tanto y más en las guerras coloniales, y después”.

Hay un modelo francés de ser filósofo que no consiste en encerrarse en lo académico, sino en ser un intelectual de su tiempo. Como lo fueron Diderot, Rousseau o Pascal. “Es preciso que los intelectuales y los diferentes componentes de la juventud estén orgánicamente vinculados (…) que hagan un gesto (…) un paso hacia el proletariado nómada”. Nuestro mal es un reproche a la filosofía posmoderna. La visión post-existencialista de Badiou se articula en una concepción marxista, desafiante y anti-parlamentaria. Su ética se inicia con la experiencia subjetiva, busca la verdad y culmina en la utopía. No en vano, “en política, un pensamiento nuevo solo nace en alianzas inesperadas, en alianzas improbables. En encuentros igualitarios”

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