En 35 líneas, por qué hay que ver “12 Years a Slave”, ganadora ayer del óscar a la mejor película.
Narra la historia verídica de Solomon Northup, un hombre libre de Nueva York que fue vendido como esclavo hacia 1850. La película es una adaptación de su libro Twelve Years a Slave, subtitulado Narrative of Solomon Northup.
Solomon Northup: [cuando regresa a su casa, con su familia, tras 12 años de esclavitud] «I apologize for my appearance. But I have had a difficult time these past several years…»
Ningún otro filme de Hollywood se había tomado antes tan en serio la esclavitud, entendida como una institución perversa y malvada, ni había retratado el tema con tanta violencia. Las escenas donde se propinan latigazos a los esclavos muestran un nivel de degradación que no escatima al espectador la indescriptible dureza de un salvajismo que películas anteriores no habían mostrado y que aquí se nos ofrecen en toda su descarnada crudeza. Sobre estas escenas que podrían resultar de un sadomasoquismo insoportable cabe decir que uno de los argumentos esgrimidos por los abolicionistas en el siglo XIX fue que los esclavos eran capaces de experimentar dolor, que también ellos tenían cuerpos como los no esclavos y que no eran mercancía: McQueen parece querer causar en el espectador la misma reacción de repulsión que animaba el discurso del abolicionismo.
Por otra parte, 12 Years Slave supera el retrato cinematográfico convencional de viejos clásicos, por ejemplo Lo que el viento se llevó, donde vemos grandes mansiones que en realidad nunca fueron tan ostentosas, lo cual rompe con el estereotipo romántico e idealizado del Sur esclavista, pero, sobre todo, a diferencia de otras películas, los personajes esclavistas de 12 Years Slave son retratados como seres a los que la esclavitud brutalizó y envileció.
En EEUU todavía hoy se debate acerca de cómo debe enseñarse esta parte de la historia y en muchos estados aún puede verse la bandera de la confederación (un símbolo de la «supremacía del hombre blanco» que representa el legado del racismo, la injusticia y la opresión): esta película puede servir, pues, de recordatorio y correctivo.
El filme muestra en última instancia que no se trataba de un problema relegado al Sur, sino que había leyes federales que sostenían la esclavitud y que hacían de ella, por tanto, una institución federal: ningún afroamericano estaba seguro en ninguna parte del país.
El relato en el que se basa la película es el testimonio, publicado en 1853, de un afroamericano que era libre y culto antes de que lo vendieran como esclavo. Y aunque Northup encargó a un amanuense la tarea de redactar su historia (y, por tanto, la voz del esclavo es usurpada por un hombre blanco, como ocurre en las narrativas de este género) al ser un hombre educado, lo más probable es que leyera y participara en la redacción del manuscrito. A pesar de la intervención de este amanuense, la historia contada en primera persona, por otra parte muy bien escrita, permite al lector entrar en la cabeza de Northup y ver en todo momento su perspectiva, la de un hombre inteligente y activo que piensa estratégicamente en cómo escapar de la esclavitud. La adaptación cinematográfica no respeta siempre la narrativa, pero el trabajo de McQueen ha sido premiado recientemente con un Bafta y con un Óscar.
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