Anarquía Max Stirner

Max Stirner: reflexiones sobre el anarquismo

Un acercamiento al pensamiento del autor de «El único y su propiedad»

Max StirnerMax Stirner (en realidad, Johann Kaspar Schmidt, Alemania, 1806): un pensador que pensaba que es mejor no pensar, es decir, no dejarse embaucar por las ideas recibidas. Pero él pensó de una forma libre que mostraba en la práctica de la escritura exactamente lo que quería decir, a la manera en que algunos filósofos hacen de su estilo el mejor ejemplo de sus ideas. Antagonista de Karl Marx, que al principio le fue amigo y que acabó distanciándose de él porque Stirner, decía Marx, no podía ser un proletario. En carta a Engels, Marx critica a Stirner por hacer apología del “sistema burgués”. Sin embargo, puede decirse que a Stirner, pionero surrealista, admirado y leído por Duchamp, practicante de la escritura automática, si algo le interesó en la vida fue ir por su cuenta: ser libre.

Todo empezó durante los llamados “años del invierno” (otra manera de decir los años de la depresión). En Berlín formaron un grupo de tertulias Karl Marx, Bruno Bauer, Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y Max Stirner. Se llamó Die Freien (los libres), y sus encuentros tenían lugar en una taberna. El apellido Stirner, en realidad, fue una especie de apodo que recibió el filósofo por un peculiar rasgo de su fisonomía: su amplia frente.

La emancipación, parece ser su mensaje, depende enteramente de uno mismo. La crítica al Liberalismo parte de que para Stirner no es sino una teología secularizada: es decir, la sustitución de la servidumbre a un dios por una nueva servidumbre a otro dios laico. Otro tanto apuntaba sobre el Humanismo, que convierte al hombre en esclavo de causas superiores a sí mismo

Estos encuentros fueron conformando las ideas de Stirner, expuestas en El único y su propiedad o, en su versión inglesa, The Ego and His Own. La influencia del psicoanálisis en aquella época queda expresamente reflejada en el título de la traducción inglesa. Pero el verdadero “proyecto” de Stirner (más que de un proyecto se trataba de una praxis) era el de practicar la libertad no tal y como se entendía en el marco del Liberalismo de su época, sino a través de la creación de un espacio de individualidad redentora. La emancipación, parece ser su mensaje, depende enteramente de uno mismo. La crítica al Liberalismo parte de que para Stirner no es sino una teología secularizada: es decir, la sustitución de la servidumbre a un dios por una nueva servidumbre a otro dios laico. Otro tanto apuntaba sobre el Humanismo, que convierte al hombre en esclavo de causas superiores a sí mismo. ¿Entonces, qué tipo de libertad era posible, según Stirner?

Hagamos un détournement poético para contestar a esta pregunta. Quizá otro espíritu stirneriano lo encontremos en Fernando Pessoa, en concreto, en uno de sus heterónimos, Alberto Caeiro, algunos de cuyos versos dicen:

Palabras, tan sólo palabras… ¿qué otra cosa podrían ser?
Sólo la naturaleza es divina, y ella no es divina…

Si hablo de ella como de un ente
es que para hablar de ella necesito usar el lenguaje de los hombres
que da personalidad a las cosas,
e impone nombre a las cosas.
Pero las cosas no tienen nombre ni personalidad:
Existen, y el cielo es grande y la tierra ancha,
y nuestro corazón del tamaño de un puño cerrado…

Sin negar la realidad óntica de la naturaleza, lo cierto es que Pessoa, como lo hiciera Stirner, señala el estado ficcional de las cosas que existen, pero que solamente podemos conocer a través del “lenguaje de los hombres”. Si no existe sino la nada, sin las ficciones reconocidas por Stirner de las “grandes narrativas” como el Liberalismo y el Humanismo, donde el hombre se refugia de esa misma nada, ¿qué es lo que queda para que de verdad uno pueda ser libre?

A su manera, anticipándose a los tiempos, Stirner estaba deconstruyendo, como luego haría Derrida, las estructuras que sostienen los grandes sistemas. El Estado esclaviza, nos dice. Pero, cuidado: también nos dice que todos podemos ser para nosotros mismos nuestro propio estado (ego) tiránico

A su manera, anticipándose a los tiempos, Stirner estaba deconstruyendo, como luego haría Derrida, las estructuras que sostienen los grandes sistemas. El Estado esclaviza, nos dice. Pero, cuidado: también nos dice que todos podemos ser para nosotros mismos nuestro propio estado (ego) tiránico.

Crearse un espacio de libertad, que por fuerza ha de ser singularmente propio, es un proyecto personal y único. A lo sumo, Stirner quiso formar una sociedad de egoístas, unida por lo puramente práctico, no por causas abstractas o ideales. El egoísta es anarca, una especie de anti-hombre que no se rige por la libertad presuntamente otorgada por la sociedad y el Estado, sino por la idea de su propia propiedad. Dicha propiedad hay que entenderla como la posesión de uno mismo. Nada más. A la revolución opone una insurrección individual. La verdadera emancipación, nos dice, no es histórica, ni revolucionaria ni social, sino individual y personal. Lección muy útil en los tiempos de hoy, compartida por Tzvetan Todorov, quien también afirma que la solución a los problemas que nos acucian ha de venir de uno mismo: “La salvación no puede partir de fuera, sino de nosotros mismos. […] Lo que nos salvará de esto es la toma de conciencia de cada uno”.

Max Stirner (2014) The Ego and His Own, London: Verso. La traducción española, El único y su propiedad, ha sido publicada por Sexto Piso y Valdemar.

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