José Daniel García recibió el Premio de Poesía Hiperión en 2008 por COMA
Fue becario de la Residencia de Estudiantes de Madrid del 2008 al 2010. Todos los años participa y coordina un espacio de poesía joven en el festival internacional de poesía Cosmopoética, en Córdoba, su ciudad natal. En la actualidad prepara su primera novela. En esta breve entrevista, hace unas breves reflexiones acerca de la poesía y la crítica.
M.C: ¿Cómo se articulan o han de articularse, en tu opinión, crítica y poesía?
J.D.G: Creo que, para hablar de crítica poética, lo primero que debe que ponerse de manifiesto es la ausencia de un modelo crítico claramente definido y centrado en poesía. La mayor parte de lo que se publica en España sobre poemarios son reseñas y, como se da la circunstancia de que los reseñistas suelen ser, también, poetas (o aspiran a ello), en el mejor de los casos nos encontramos con textos laudatorios donde se dan claves y se señalan aciertos que serán del gusto del autor y, en el peor, con resúmenes del libro. La crítica debería ser un género en sí mismo.
M.C: Te planteo dos extremos que, en general, nunca se dan de manera absoluta: ¿La crítica nos enseña a leer la poesía o más bien dificulta la experiencia estética de la lectura?
J.D.G: Personalmente, me interesa más la experiencia personal para después contrastar opiniones con lo que se haya escrito sobre el poemario en cuestión, aunque, como señalaba antes, el predominio del reseñismo profesional ha hecho que casi no lo lea. Echo en falta un modelo crítico definido. Aunque ha habido y hay honrosas excepciones, echo en falta rigor y, también, riesgo. Los reseñistas, normalmente, escriben sobre lo que les encargan los medios que les pagan (no mucho, además) y tienden a ignorar lo que no les interesa. Luego están los críticos de blog, que suelen escribir sobre los libros de sus amigos o de aquellos a quienes quieren caer bien o deben rendir tributo, aunque -repito- hay honrosas excepciones, y cito como ejemplos el proyecto casadepaso.blogspot.com y el blog de Vicente Luis Mora como dos enfoques distintos e interesantes de hacer crítica en la red (y no sólo poética). Por otro lado, los escasos críticos “beligerantes” soslayan a menudo el objeto y van contra el sujeto, de ahí que las críticas negativas estén plagadas de argumentos ad hóminem.
M.C: ¿A qué te refieres con “un modelo crítico definido”? ¿Te refieres a que echas en falta que el crítico, o reseñista, ponga las cartas sobre la mesa y muestre al lector de qué ideas sobre la poesía parte su crítica, o te refieres más bien que echas en falta una especie de plantilla crítica que nos ayudara a discernir el valor de un poema o un libro de poemas?
J.D.G: Pues a unas pautas, similares a las que existen en otros ámbitos críticos, como la intertextualidad en filosofía, aunque no sea un modelo cerrado.
M.C: ¿Piensas que la metodología crítica para la narrativa podría ser de utilidad para la crítica poética o al ser un género diferente requiere unas herramientas críticas específicas?
J.D.G: Creo que habría que establecer herramientas más específicas.
M.C: ¿Como por ejemplo qué herramientas?
J.D.G: Yo opino que la crítica debe ser otro género literario, y en este ámbito el análisis formal o, digamos, más técnico, no tendría por qué estar reñido con la creatividad del propio crítico.
M.C: Supongo que esa “creatividad” a que te refieres no ha de confundirse con la “subjetividad” que observas en los “reseñistas” de poesía…
J.D.G: Bueno, eso es inevitable. Yo pensaba en el modelo del círculo hermenéutico, en las aportaciones interpretativas que el crítico puede hacer de acuerdo con sus conocimientos y su experiencia como lector.
M.C: Entonces lo que echas en falta es que esos conocimientos poéticos del crítico no sean más rigurosos, sino que estén basados en gustos subjetivos, prejuicios, etc. ¿No es así?
J.D.G: Sí. Y echo en falta posicionamientos. Yo idealmente alimentaría el debate en torno a la poesía y la calidad de los textos, por encima de gustos y escuelas, pero probablemente generase conflictos personales y vendettas literarias, por eso la mayoría de los reseñistas optan, como salida más honesta, por intentar escribir sólo sobre aquellos libros que les interesan.
M.C: ¿Algunas de las formas identificables o críticamente clasificables de lo que ha sido producción poética en España (la poesía del silencio, la poesía de la experiencia, la poesía social, etc.) pueden seguir aplicándose actualmente? ¿Estas clasificaciones han sido/son útiles? ¿Y reales?
J.D.G: Creo que han sido etiquetas para definir grupos y reclamar adhesiones, básicamente, con intereses que han trascendido la escritura tarde o temprano. Hace un par de años, todo el que escribiese un texto experimental era catalogado de “nocillero posmoderno”.
M.C: Sobre tu respuesta, dos apuntes. El primero: ¿por qué esta necesidad de encasillar? El segundo: ¿Se le llama “posmoderno” a lo que no se comprende, además, como un insulto?
J.D.G: Bueno, nombrar es una forma humana de acotar el área de conocimiento y, en el terreno del arte, existe una larga tradición etiquetadora para marcar distancias y atención y para reclamar una posición en la historia del género respectivo. También es un modo sutil de minusvalorar. Hasta hace poco tiempo, como bien sabes, catalogar un libro como “poesía social” era condenarlo al ostracismo prácticamente. Ahora con la crisis, el realismo y el compromiso no panfletario tienen… empiezan a ser vistos de otro modo, siempre y cuando no se obvie la estética inmanente a todo buen poema.
M.C: Dice el filósofo esloveno Slavoj Žižek que lo más ideológico es lo que se presenta a sí mismo como no ideológico. ¿Se puede aplicar esto también a la poesía?
J.D.G: Los españoles estamos profundamente ideologizados, la poesía no iba a librarse de ello.
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