¿Cómo nacen las palabras? ¿Por qué algunas mutan de significado mientras otras desaparecen? ¿Cómo ganan y pierden su estatus? Más de la mitad de la población mundial habla al menos dos idiomas. Muchos países tienen más de una lengua oficial. Es el caso de Canadá, donde, junto al inglés y el francés administrativo, conviven numerosas lenguas indígenas. La minoría monolingüe se encuentra abocada a la desaparición. Mientras los expertos nos ilustran sobre las ventajas sociales, psicológicas y culturales de hablar varios idiomas, nada mejor que sumergirse en la edición especial de la revista británica Granta 141, dedicada a la literatura más reciente de este país norteamericano.
Entre otras, la novelista y profesora Johanna Skibsrud se encuentra a la vanguardia de los relatos sobre la naturaleza multilingüe. Su cuento “El recordador” (“The Rememberer”) es una Babel de nacionalidades e identidades: “El idioma (…) no ha sido creado para imitar o reemplazar, sino para presentar los objetos de nuestra experiencia. Es un código complejo, indirecto en origen. Su intención es sugerir afinidades antes que reproducir estructuras significativas [mi traducción, al igual que las restantes]”. Las pistas nos ayudan a descifrar el significado. Siendo un registro inventado, no podemos confiar en las similitudes con los registros que nos ofrece el recuerdo. Acabada la lectura, tenemos que asumir la derrota: no es posible el olvido.
El reto del relato “Los marcianos reclaman Canadá” (“The Martians Claim Canada”) de la premiada Margaret Atwood, consiste en descifrar las reglas del dialecto en que está escrito y dar sentido a lo que nos dice. Nuestro cerebro, sin embargo, está preparado para resolverlo de forma inconsciente: “El problema de los canadienses”, sostiene un extrarrestre en forma de champiñón, “es que no saben por dónde empezar; no saben qué incluir o dejar fuera. No importa cómo cuentes la historia, alguien siempre se ofende. Por eso están siempre pidiendo perdón”.
Superado el primer escollo (sostenerse sobre dos piernas, liberar la caja torácica de la tarea de soporte, controlada la respiración) surgen las primeras palabras y con ellas el primer idioma. No pasará mucho tiempo antes de que haya demasiados. En Canadá, sin embargo, el multilingüismo es parte del paisaje. La conexión con la cultura y la geografía es la razón por la cual la autora del poema “Senderos verbales” (“verbal pathways”), Daphne Marlatt, inventa un nuevo lenguaje. Parte de su investigación radica en tratar de desentrañar “lo que retienen las definiciones” de la cultura en que está inmerso. Lo que decimos cambia y se desarrolla a través de las presiones sociales. Para comunicarnos con otros grupos es necesario transitar “las carreteras cortadas de la memoria abierta”.
Puede que la misma pregunta obtenga una respuesta diferente según cómo esté formulada. La idea de que ganamos una nueva personalidad con cada idioma que hablamos informa el relato “Tshinanu”, que analiza la capacidad del lenguaje para cambiar nuestra visión del mundo. Una historia personal conmovedora se entrelaza en el apólogo de Naomi Fontaine, originaria de una comunidad nativa. Traducido del francés por David Homel, nos descubre que el silencio es capaz de comunicar sin palabras, pero de forma significativa. Este recuento se convierte en una celebración conmovedora tanto del idioma (“el riesgo que toda nación asume”) como del amor que lo trasciende.
Editada por Catherine Leroux y Madeleine Thien, la lectura de este número aporta indudables beneficios para la salud: hablar más de un idioma, según los neurocientíficos, ayuda a una recuperación más rápida de los accidentes cerebrovasculares y retrasa la aparición de la demencia. ¿Podría ser que el cerebro humano tiende a ser multilingüe, por lo que aquellos que hablan un solo idioma no explotan todo su potencial? “Somos un pueblo que recuerda y olvida”, sostiene Madelene Thien en el prólogo, “mientras aprende a compartir una tierra que elude, por principio el monolingüismo”. Leer la revista londinense Granta supone navegar en la intersección del lenguaje y la cultura, la manera en que configuramos las palabras y cómo éstas nos conforman.
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