La víctima es un agente pasivo, pero poderoso del debate político actual: no actúa, solo padece, por lo que difícilmente podría ser responsable de algo. Ser víctima otorga prestigio, fomenta reconocimiento y garantiza, más allá de toda duda razonable, la inocencia.
En la víctima se articulan carencia y reivindicación, debilidad y pretensión. Porque no somos lo que hacemos, sino lo que hemos padecido, lo que nos han quitado. En una época en la que todas las identidades se encuentran en crisis, ser víctima genera liderazgo.
La crítica presupone siempre, de manera inevitable, cierto grado de crueldad. Pero el objetivo de la crítica del presente ensayo no lo constituyen las víctimas reales, sino más bien la transformación del imaginario de la víctima en algo instrumental.
En la estela de Kant y de Foucault, Daniele Giglioli entiende la crítica como el conocimiento del límite y su superación, el intento por aprovechar la posibilidad de dejar de ser lo que somos, hacemos o pensamos.
La propuesta de Crítica de la víctima es la de superar el paradigma paralizante que divide la sociedad en víctimas y culpables con el fin de rediseñar una praxis, una acción del sujeto en el mundo que sea acreedora de futuro, no de pasado.
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