“Voy a ser procesado por ejercer mi derecho a la palabra contraria. Si mi opinión es un delito, no voy a dejar de cometerlo”. La crónica La palabra contraria (Seix Barral, 2015), de Erri De Luca (Nápoles, Italia, 1950) supone un descenso a los infiernos de la burocracia. En ella, un ciudadano que no es otro que el propio De Luca, alcanza la lucidez de golpe. Cuando se decide a seguir los preceptos de la sociedad occidental y aprende a pensar por sí mismo, avanza a contracorriente; el Estado lo persigue, y lo que era terreno seguro se convierte de pronto en un campo de batalla hostil, que obliga al autor a redefinir su lugar en el mundo.
Al comienzo de la narración, su protagonista se enfrenta a cinco años de cárcel por incitación al odio después de haber llamado a la voladura de una polémica línea ferroviaria de alta velocidad entre Italia y Francia. Su defensa se convierte, de forma inmediata, en causa común para los ecologistas y los detractores de la globalización. El resultado, La palabra…, un panfleto escrito con anterioridad al juicio, que supone la culminación de una batalla que, durante 20 años, se ha librado contra la línea de transportes, enfrentada a masivas, y, a veces violentas, protestas.
Para los partidarios del escritor sexagenario, aclamado como uno de los escritores más importantes de su generación, es una prueba importante de la libertad de expresión en Ital犀利士
ia. “Hay una nueva voluntad de la censura”, escribe De Luca. “El juicio está sometido a la vigilancia de la opinión pública”. El libro se centra en dos entrevistas con los medios que el escritor napolitano y activista concedió en septiembre de 2013, en el que llamó a la línea de ferrocarril “un proyecto inútil y perjudicial” y dijo que era “legítimo sabotear” a la misma.
“Acepto de buen grado una condena penal, no una reducción del vocabulario”. De Luca es uno de los escritores más vendidos de Italia, con más de 60 libros en su haber, entre los que destacan: Aquí no, ahora no (1989) Tres caballos (1999), o El peso de la mariposa (2009). La traducción de Carlos Gumpert hace creíble el relato. El libro es corto, pero de ninguna manera leve. El narrador se dedica a explorar en él las trampillas tapiadas y los pasadizos ocultos del entramado estatal. De Luca imparte una sabiduría duramente ganada y nos regala esta historia en primera persona. El resultado, una combinación de encanto, calidez y sencillez. Las esperanzas de justicia pronto se desvanecen, el sinsentido se cierne sobre nosotros, y la felicidad resulta ser de corta duración. De Luca habita un mundo que es el nuestro, marcado por los acontecimientos trascendentales del presente. La palabra… es una prueba más de que nuestra vida se teje con estas dos hebras entrelazadas: la Historia y nuestra propia experiencia.
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