Ser autor de culto vivo puede significar, hoy por hoy, o que se practica una escritura tan personal (temática o estilísticamente) que el grueso de los lectores huye de ella o, bien, que se practica cierto malditismo para esconder unas pocas o muchas carencias literarias.
Sin embargo, si el autor de culto está muerto y, por alguna razón, diversas editoriales se empeñan en publicar sus obras y rescatarlo del olvido, es que detrás hay algo más que fanfarria.
Si siguiera vivo, Emmanuel Bove (escritor francés de origen ruso, que nació en París en 1898 y murió en la misma ciudad en 1945, después de exiliarse para huir de los Nazis: era judío) hubiera visto como en España sus obras eran publicadas por Pre-Textos (la novela Mis amigos, considerada su mejor obra), por los pasos perdidos (El presentimiento, una obra en la linea del Bartleby de Melville) y ahora por Hermida Editores, que reúne en un volumen titulado “Henri Duchemin y sus sombras” (existe una antología norteamericana de mismo título editada por New York review classics) una colección de siete relatos marcados por el psicologismo, la ironía desesperada y una prosa contenida, precisa y centrada en el detalle que podría situar a Bove como antecedente de Echenoz.
Temáticamente, sin embargo, cuesta no situar a Bove más en la órbita de la tradición rusa que en la francesa. Sus personajes, antihéroes superados por la época, sometidos a fuerzas que no comprenden y obligados a vivir en los márgenes de la sociedad, tienen más de Dostoievski, Turgueniev y Gorki que, digamos, Flaubert o Balzac. Y sólo Zola, entre los grandes, podría explicar un poco la temática de Bove como autor francés.
Más allá de las influencias, estamos, en cualquier caso, en un autor que no sólo se merece el culto, sino que éste deje de ser minoritario. Porque hay más fuerza en estos relatos de Bove que en muchos de, digamos, Maupassant. Porque su prosa es pulcramente contemporánea y sus temas desoladoramente actuales. Porque como autor de relatos resiste la comparación con Salinger. Y porque, esto es lo más importante, su obra es de la que llama al lector a sumergirse en ella y no salir ni para respirar; al menos, hasta haber llegado a la última página.
Sea bienvenida pues este “Henri Duchemin y sus sombras”, una buena puerta de entrada a la obra de un autor que se merece dejar ya de ser un escritor de culto para convertirse en canónico.
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