La obra poética de Rosa Lentini (Barcelona, 1957) se resiste a cualquier intento de clasificación. Al igual que sus admiradas Virginia Woolf o Djuna Barnes, Letini es una escritora modernista, rebelde y marginal. En su poesía, el contenido se enfrenta invariablemente a la forma. El resultado es un artefacto vibrante, casi un ser vivo. Fuertemente influenciada por los excesos tardorománticos, “sombras de un teatro de añoranza/ que teme las despedidas”, escribe en “Hablando de objetos rotos”, en una parodia aparente de Bécquer, casi una autoparodia.
Muchos de sus poemas son pura sensibilidad gótica, solo que varios siglos más tarde. Sin dudarlo, condenan el “pringoso áspero pútrido sedimento de humedad y bulbo reseco” del lenguaje. Su discurso avanza a través de momentos lúdicos, iluminaciones, “vacíos/ ausentes o no”, vestigios que no empañan su fuerza real como poeta o su morbilidad literaria. Lentini es una firme defensora de la mortalidad, ese “secuestro doliente”, de la búsqueda de evidencias en las decisiones irreversibles del poema, “palabra tiempo que soy”.
Su preocupación por el proceso de escritura es siempre válvula de seguridad, escape temporal de la insistencia con la que el silencio regresa a ella en sus escritos. “Leyendo a Alejandra Pizarnik” es el diario de una frustración, un lamento casi agresivo por lo no escrito (“irse sin quedarse”), una protesta contra el vacío (“saliva de los árboles”), una diatriba contra el abandono que concluye con unos versos que condenan al lector, más allá de toda redención: “sus palabras en cuevas/ de espaldas a las nubes”.
La reputación de Rosa Lentini como una figura central en la poesía castellana contemporánea no hace sino aumentar en los últimos años. Al reconocimiento de su trabajo en el mundo de la edición, en revistas tan emblemáticas como Asimetría (1986-1988) y Hora de Poesía (1979-1995), se suma ahora la editorial Animal sospechoso, a cargo del traductor y poeta Juan Pablo Roa, que acaba de recoger, juntos por primera vez en Poesía reunida (2014-1994), todos los poemas que la autora catalana ha escrito y publicado.
El resultado es maravillosamente complejo. Se ha reunido un cuerpo notable del trabajo de la rapsoda, que incluye los títulos La noche es una voz soñada (1994), Cuaderno de Egipto (2000), Intermedio (2001), El sur hacia mí (2001), Las cuatro rosas (2002), Leggendo Alejandra Pizarnik (Italia, 2002), El veneno y la piedra (2005), Transparencias (2006), Tsunami si alte poeme, antologia poetica (Rumanía, 2011) y Tuvimos (2013).
James Joyce solía aconsejar no escribir nunca sobre un tema inusual, sino hacer que lo inusual fuera un tema común. Lentini sigue esta máxima al pie de la letra. Su poesía se ocupa de lo inadaptado. Hace suyos lo mismo el compromiso social que la decadencia o el arte por el arte. Felizmente, la obra de la autora catalana se encuentra disponible, en un volumen que proporciona información valiosa sobre un cuerpo literario que preocupa tanto a la crítica como al lector común; una poesía que perturba tanto como sorprende; poemas que expresan, como el crítico y poeta Eduardo Milán afirma en el prólogo, “contagio y desprendimiento, fulgor y densidad”.
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