Reseñamos “Crónicas de la era K-Pop” publicado por Impedimenta
La trama es sencilla. Fernández viaja a Corea del Sur para participar en la Feria Internacional del Café. Su mente funciona como la de un científico: “Cuando salgo de la pequeña galaxia Yonsei, me doy cuenta del mucho tiempo que me ha dedicado Jae Eun, pese a ser una chica ocupada, y me pregunto si se lo habré agradecido bastante y, también, si la habré molestado o aburrido con mis preguntas acerca del fenómeno de las cafeterías en Corea y por supuesto no encuentro la respuesta”. Fernández es un hombre de ningún lado. Tal vez por eso, no hace otra cosa que analizarse a sí mismo y a las personas que lo rodean: “A Son le desagrada H & M. H & M malo. H & M feo. “H & M” barato, pienso yo. Le hago notar a Son que H & M es una gran multinacional de ropa enrollada y me parece que Son no está preparado para oír algo así. ¿Le he decepcionado?, ¿hemos terminado? En absoluto”. Su carácter es contemplativo, aunque no desvelaremos si logra alcanzar la paz y la iluminación deseadas.
La cuarta novela del periodista, profesor y librero Fernando San Basilio (Madrid, 1970) Crónicas de la Era K-Pop (Editorial Impedimenta, 2015) es, sobre todo, un relato muy divertido, o al menos ingenioso, como resultado del lenguaje figurativo, específico y complejo que emplea su autor. Los epigramas se suceden (“Matthew parecía creer (creía) que después de repetir una frase muchas veces la convertiría en realidad. Primero las palabras y luego la idea”). Las imágenes son inauditas (“Esta mañana, el tren de alta velocidad Seúl-Busán era un hervidero – o una cafetera – de profesionales del sector: pajaritas, chalecos de rombos, gafas sin cristales y un goteo de palabras extranjeras”); los puntos de vista originales (“… si el negocio sigue creciendo como hasta ahora, muy pronto el país entero será una gran cafetería franquicia que se podrá distinguir desde los satélites o incluso desde la luna, igual que la Muralla China…”).
La novela discurre a través de 168 páginas, y el dilema de su protagonista, Fernández, se presenta alrededor de la página 100. Sin embargo, la escritura es tan precisa y la peripecia de los personajes tan compleja, que el lector se involucra intelectual y estética incluso antes que emocionalmente. Algunos novelistas consiguen transmitir la sensación emocional de la mente de sus personajes (Dickens); otros, su sentir sensual (Flaubert). San Basilio hace ambas cosas.
Aunque Fernández no es emocional, otros personajes lo son. Su autor logra penetrar en todos ellos y hacerlos llegar al lector mediante el uso del narrador omnisciente en tercera persona. Crónicas es, en definitiva, el conjunto de observaciones de un filósofo cuya comprensión de la realidad es lógica, aunque atroz; sus certezas, las de alguien que no tiene ni idea de lo que está pasando. Fernández consigue tener razón, pero está por ver si será feliz. El lector, mientras tanto, puede disfrutar de su talento.
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