Hablamos con el autor español sobre su última novela, publicada por Galaxia Gutenberg
“Los ángeles feroces”, la última novela de José Ovejero, parte de la creación de una atmósfera distópica para narrar la huida de Alegría, una joven que posee el don de la inmortalidad y cuya sangre todos quieren, por una razón o por otra: Arnoldo, para ofrecérsela en sacrificio a la Santa Muerte, Cástor para conquistar el poder político y vivir para siempre, otros, sólo por la recompensa ofrecida por ella. En su huida, Alegría sólo contará con la ayuda de otro rebelde, otro hombre de la calle: AM.
Con todo, como el narrador de esta aventura asegura en varias ocasiones: aunque esto pueda parecer el futuro, es el presente; lo que se nos cuenta, no va a pasar, sino que está pasando. Aunque no lo veamos o no queramos verlo.
Con una prosa precisa y sobria, Ovejero ha construido una novela de trama atractiva y personajes de los que dejan huella. Una novela sobre un mundo en ruinas en el que, pese a todo, la vida sigue.
En Mundo Crítico hemos hablado con él sobre esta novela.
Mundo Crítico: Hay un empeño claro en la novela en decir “esto no es una distopía”, “esto no es mañana, esto es hoy”, pero la atmósfera si es claramente distópica…
José Ovejero: Sí, de entrada, la atmósfera es distópica. Lo que pasa es que (lo dice el narrador por algún sitio y lo diría yo también) el futuro no me interesa mucho: me interesa el presente, desde un punto de vista literario, desde un punto de vista personal,… El futuro es la consecuencia del presente y trabajar con ese futuro no tiene mucho sentido y no me interesaba tanto como fijarme en que el presente ya es distópico. El presente es un mundo que no nos damos cuenta de que ya existe y por eso pensamos que es el futuro. Lo que yo hago es condensar en una ciudad inventada una serie de ciudades que ya existen. Rasgos de esas ciudades están en la novela, donde no hay un sólo artilugio que no exista, ni una sola institución o un sólo rasgo humano que no veamos hoy. Así que, no nos engañemos, es una novela que tiene que ver más con el presente que con el futuro.
MC: Digamos que lo que has hecho, entonces, es convertir ciertos aspectos actuales que son todavía marginales y ante los cuales cerramos los ojos y los has convertido en el centro de la novela.
JO: Exactamente.
MC: Hay en ello una cierta mirada pesimista, ¿no? En la novela hablas de bárbaros, la cultura parece haber desaparecido,… parece una nueva Edad Media.
JO: Yo no soy pesimista en el sentido de que yo veo posibles vías de salidas. Pero el realismo no consiste en negar la realidad, sino que hay que asumirla en toda su crudeza. Y es verdad, en la novela se dice que han llegado los bárbaros, y han cambiado la civilización, pero también que esos bárbaros eran nuestros hijos, no alguien que vino desde fuera. Hay también, entonces, una confrontación generacional, dentro de un sistema, además, que favorece el enfrentamiento; serán los marginados, los excluidos, los explotados, aquellos cuya sangre utilizamos (y tomamos la metáfora de la sangre de Alegría) los que producirán ese cambio.
MC: Esos marginados son, además, los únicos que en la novela pisan la calle. Al menos, los únicos que parecen seguros en ella.
JO: El mecanismo es simple, creo, aunque lo simple puede ser engañoso. En una sociedad en la que cada vez hay más marginados hay que ejercer violencia. Esa violencia genera una respuesta de reacción y genera un deseo de seguridad. La gente que tiene cosas que perder, se refugia. Vemos comunidades cerradas, que cada vez existen más (sobre todo en América) donde vive gente que cede la calle para ganar seguridad y disminuir el riesgo. Este mecanismo ya existe, ya se da… y puede crecer.
MC: Dices que “Los ángeles feroces” no es una distopía, pero ¿es una novela política?
JO: Creo que acaba siéndolo. Cuando me pongo a escribir no estoy pensando: “voy a escribir una novela política”, sino que lo que me mueve es una imagen, una idea… con la que quiero trabajar. Lo que pasa es que, como tengo preocupaciones políticas, acaban surgiendo. En este caso lo que me interesaba sobre todo era hablar de violencia y supervivencia, crear unos personajes en un mundo tambaleándose que intentan, sobre todo, sobrevivir y explicar cómo lo hacen.
MC: Hablas de la violencia… Esa violencia, cuando la ejercen los marginados, los desfavorecidos, parece haber una intención clara en señalar que esa violencia es nihilista; el narrador llega a decir: “no hay nadie peor que quien todavía cree”.
JO: No es nihilista, es práctica. Hasta no hace tantos años las ideologías dominaban el discurso. Unas posibilidades de futuro, una explicación de cómo debía ser la sociedad… pero en las últimas décadas hemos ido descubriendo que ese discurso cada vez estaba más separado del mundo. Que la ideología se quedaba en meras palabras, en una máscara. ¿Significa eso que tienes que reasignarte, que si no tienes una visión completa del mundo no te mueves de tu caa? ¿O que como ocurre en la novela te puedes mover pero por razones prácticas? Pero no sólo en la novela. ¿Por qué se moviliza la gente hoy en España? Contra los desahucios, contra la privatización de la sanidad,… por razones concretas. Y en la novela, que puede ser presente o un futuro muy cercano, los rebeldes no tienen una gran ideología detrás. Pero su violencia no es nihilista, tiene unos objetivos concretos.
MC: Y en medio de la violencia, del mundo tambaleante… Alegría
JO: Sí.. ¡que no es muy alegre! Alegría es el objeto de deseo de todos, pues todos quieren algo de alegría: o a ella entera, como es el caso de AM, o su sangre como es el caso de la mayoría. Alegría es una especie de Santo Grial… el objeto que todos piensan que, si lo tuviesen, su vida sería distinta, mejor. Con la excepción de Arnoldo, que sólo quiere destruir ese objeto de deseo.
MC: Todo ello en una novela a la que, si uno le quita la atmósfera distópica, tiene mucho de novela de aventuras y hasta de Thriller. Porque tenemos a la chica en apuros, el poderoso que la persigue, AM ayudándola, el submundo al que ella recurre cuando necesita algo,…
JO: Sí, y una novela de personajes. Es que a mi, cuando escribo, no me interesa hacer un panfleto político. Me interesa crear personajes tan extravagante como Arnoldo, o la narración de situaciones… todo el aparato narrativo y la diversión de la escritura. Incluyendo la utilización de un lenguaje que a mí me interese en ese momento. Toda una parte que no es programática.
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