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El judeo-cristianismo: perspectivas y divergencias

Analizamos este ensayo de Javier Teixidor publicado por Trotta

La tesis principal de “El judeo-cristianismo. Perspectivas y divergencias” (Trotta, 2015), del filólogo e historiador fancés Javier Teixidor es que el cada vez más usado concepto de judeo-cristianismo no tiene, en realidad, base histórica.

Para este autor tal noción sólo tuvo sentido (y no por completo) durante unos breves años al comienzo de nuestra era, cuando el cristianismo se desarrolló en un territorio (Oriente Próximo) donde había una importante población judía y donde, en muchos casos, se alimentó de conversos de esa misma religión. En seguida, sin embargo, asegura Teixidor el cristianismo buscó diferenciar sus prácticas religiosas de las del judaísmo. Además, el estudio alegórico del Antiguo Testamento (en el que los cristianos veían tan sólo la profecía del Nuevo) separó en seguida a ambas religiones.

Para el autor (pág. 32): «la doctrina del Logos divino inmanente al mundo permitió construir a los teólogos una teología cristológica, con ayuda de la filosofía del platonismo, que se aleja decididamente del judaísmo». Desde entonces, la hermenéutica cristiana comienza a explicar el Antiguo Testamento a la luz del nuevo y como profecía de los hechos narrados en aquél, alejándose así del comentario judío de las Escrituras.

De tal modo que en el siglo III, según el autor, ya no puede hablarse de religión judeo-cristiana pues desde entonces ambas religiones marcharán en paralelo (a veces, incluso enfrentadas) pero sin llegar nunca a converger.

El libro de Teixidor desarrolla esta tesis y demuestra como a través de la Historia no ha llegado nunca a producirse un fenómeno de convergencia que pueda permitir hablar, como a menudo se hace, de una realidad occidental judeo-cristiana, noción ésta que para Teixidor es de origen político y que busca, sobre todo, legitimar algunas actuaciones en este ámbito, pero que carece de fundamento teórico o histórico alguno.

El libro que, curiosamente, pasa de puntillas sobre la gran guerra contra el judaísmo que supuso el antisemitismo Nazi (y también de otros países no fascistas, como la Rusia estalinista) concluye con una defensa de los espacios laicos como los únicos capaces de garantizar la prosperidad de las distintas religiones que son, para el autor, un asunto individual y no político, de ahí su crítica (cuando no rechazo) al fenómeno sionista.

Un libro, en suma, para entender la realidad de dos religiones (la judía y la cristiana) que si comparten buena parte de su Credo, enfrentan éste de manera muy distinta desde hace siglos y que si han caminado en paralelo, nunca han llegado a encontrarse.

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