Analizamos «Oso» de Marian Engel, ediada por Impedimenta
«Oso» es todo lo que uno se espera en una novela que anuncia una «vuelta a la naturaleza» y mucho más. Publicada en 1976 y considerada una de las mejores novelas de la literatura canadiense, cuenta entre sus defensores con escritores como Robertson Davies o Alice Munro.
Lou, la protagonista, es una gris trabajadora del archivo de un Instituto que ha recibido un curioso legado: una mansión en medio de una isla fluvial en una poco habitada zona del Canadá. Para catalogar la biblioteca de la mansión y para decidir qué podría hacer el Instituto con ella, Lou parte de viaje a la isla, dispuesta a pasar allí todo un verano. Cuando llega, Homer, el propietario de la tienda del pueblo y quien ha estado cuidando de la casa mientras ha estado vacía le avisa de que va a tener un curioso vecino: un oso que el antiguo dueño tenía encadenado y que era su mascota.
Lo que sigue son cien páginas de novela bucólica con una protagonista que se nos va mostrando poco a poco (su presentación es sutil, sin apenas monólogo interior) como una mujer solitaria, ajena al mundo, incapaz de relacionarse con otros seres humanos y con una vida sexual limitada al semanal y programado polvo con su jefe en el Instituto. Cien páginas o poco más que son como el sendero que conduce al corazón de la novela: el momento en que Lou cae en la zoofilia.
Sin escenas perversas o que se regodeen en el acto, sino de una manera delicada, Marian Engel nos presenta el sexo entre el animal y la mujer como un hecho inevitable (necesario), como una consecuencia natural: como que el oso se bañe en el río cuando tiene calor, como que Lou se sienta sola. Ocurre porque tiene que ocurrir.
Tampoco a partir de este momento Engel ofrece grandes reflexiones a través de Lou, ni ésta (a la que una y otra vez se la caen de los libros de la biblioteca notas sobre los osos y su papel en las diferentes culturas) parece muy sorprendida de lo que ha llegado a hacer. Sin testigos, Lou descubre el placer en sus encuentros con el oso y los aprovecha hasta el último instante. Sobre todo cuando los intentos de acercamiento a los hombres, en este caso a través de Homer, siguen sin resultar del todo satisfactorios para ella.
Una novela breve, que se bebe de un sorbo, y que presentando lo extraño envuelto en sutileza, ternura y sencillez se convierte en una de las mejores novedades de lo que va de año.
También te puede interesar
-
Diego Pinillos narra la difícil búsqueda de la libertad sexual del artista adolescente en FELICES COMO BESTIAS
-
¿Y si los extraterrestres no son verdes -ni azules- ni comen gatos?
-
El Ajbar Machmuâ comentado por Daniel Valdivieso Ramos y publicado por Almuzara
-
«Copo de Nieve», la novela con la que Louise Nealon nos muestra el alma de Irlanda
-
AdN publica Creep, de Philipp Winkler, una mirada al lado oscuro de la hipermodernidad