Comentamos este libro de Chantal Cornut-Gentille D’Arcy que lleva el subtítulo de: Exploraciones teórico-conceptuales desde el “limite” disciplinar
Un año más, ninguna universidad española aparece en la lista de las 200 universidades mejores del mundo, según el último ranking mundial… Y seguiremos sin formar parte de esa lista si la Universidad española no se deshace activa y concienzudamente de los males que viene arrastrando desde la época franquista a través de un cambio radical de mentalidad o como afirma Mieke Bal en Travelling Concepts in the Humanities, si no empezamos a aprender idiomas, discutir con otros colegas universitarios en inglés, francés, alemán… si no viajamos y estudiamos en universidades extranjeras. En ese sentido, la política del gobierno español de reducir el número y la cuantía de las Becas Erasmus no puede ser más retrógrada, reaccionaria, aislacionista y excluyente, todas ellas señas del franquismo.
Se ha convertido en un lugar común, pero no por ello menos cierto, para cualquier hispanista de nacionalidad no española echarle la culpa de la actual “diferencia” española en todos los ámbitos (Spain is different, rezaba el eslogan franquista), en el caso que aquí nos ocupa unos estándares de la Universidad española que no están a la altura de las universidades que lideran en el mundo la investigación académica, a esa época nefasta que parece pesar más sobre la conciencia extranjera que sobre la de los españoles, acostumbrados como ya casi estamos a ejemplificar una diferencia anómala (léase, aceptar lo inaceptable) y a vivir resignados. El gran historiador Tony Judt afirmaba sobre esta mala conciencia en Reappraisals:
“At New York University in 2005 I was trying to explain to young Americans the importance of the Spanish Civil War in the political memory of Europeans and why Franco’s Spain had such a special place in our moral imaginations: I cannot think, I told the students, of any country that occupies such a pejorative space in democratic public consciousness today.”[i]
No hay nada que celebrar en esta singularidad que caracteriza al caso español: aunque la diferencia en sí sea un fenómeno celebrado en sociedades respetuosas con la diferencia, sociedades plurales y multiculturales, nuestra diferencia es, más bien, un atraso, una actitud reaccionaria, una resistencia recalcitrante al cambio, y, por tanto, esa “diferencia” española es una falsa diferencia, siendo más bien una fuerza homogeneizadora que fagocita las diferencias (en el mejor de los casos) y en el peor tiende a anularlas, a bloquear su entrada, incorporación e influencia en las corrientes dominantes.
Esta ausencia de un “cuarto” para los Estudios Culturales no solamente atenta contra el desarrollo del pensamiento crítico, sino que también es, en el sentido woolfiano de reivindicación, un atropello contra el derecho a pensar de forma autónoma y libre
Los estudios culturales son una defensa de la diferencia bien entendida (distinta al “Spain is different” como excusa para cometer en nombre de la diferencia atropellos, restricción de libertades y abolición de derechos) y su llegada al ámbito académico español equivale a la introducción (al intento de penetración) de un abordaje diferente de producción y transmisión de conocimiento. Chantal lo analiza bien en su libro, donde compara la ausencia de un espacio (literal, físico, cognitivo, intelectual) para el desarrollo de estos estudios en España, y defiende la necesidad de creación de este espacio usando como metáfora la de Virginia Woolf, “a room of one’s own” (una habitación para uno mismo). Afirma Chantal que:
“me siento obligada a hacer una reflexión sobre una (auto) evidencia empírica: se podría decir que los Estudios Culturales en España se han construido contra el modelo normativo de la Universidad o campus universitario en la forma de un laberinto de edificios inconexos y múltiples departamentos, oficinas, bibliotecas, etc. independientes, en los que sobresale de manera más notable la ausencia total de cualquier espacio institucional mínimo —sea éste una escuela, un centro de investigación, un departamento, un área secundaria o incluso un «cuarto»”.
Esta ausencia de un “cuarto” para los Estudios Culturales no solamente atenta contra el desarrollo del pensamiento crítico, sino que también es, en el sentido woolfiano de reivindicación, un atropello contra el derecho a pensar de forma autónoma y libre en el marco de nuevos abordajes y metodologías que también representan empoderamiento y emancipación para la mujer y su presencia en la universidad y en la sociedad, por el espacio y la justa atención que dedican a los estudios de género.
Llama muchísimo la atención, por poner sólo un ejemplo, que un grupo político, Izquierda anticapitalista, haya traducido al español y publicado el último libro de la académica experta en género Cinzia Arruzza. ¿No tiene cabida, pues, el pensamiento de género, el necesario pensamiento radical en la Universidad española? Y si lo tiene, ¿por qué es minoritario?
La política del gobierno español de reducir el número y la cuantía de las Becas Erasmus no puede ser más retrógrada, reaccionaria, aislacionista y excluyente
Apunta Chantal, pues, que se puede establecer un paralelismo entre las dificultades y los obstáculos que describe una feminista como Woolf en A Room of One’s Own, donde “analiza las dificultades (de género) para sentirse en desacuerdo con las normas establecidas. Motivada a encontrar por qué las mujeres del Renacimiento no escribían entonces como los hombres, Woolf describe cómo consultó múltiples obras, entre ellas la History of England del Professor Trevelyan, sólo para descubrir (para su consternación) que, mientras las mujeres descritas en la ficción han sido tradicionalmente “de la máxima importancia”, sus huellas están “prácticamente ausentes” en los libros de historia”, y la situación ambivalente que caracteriza a los Estudios Culturales:
“Este es un ejemplo excelente de la posición ambivalente de los Estudios Culturales en España: por un lado, se han hecho muy populares como práctica crítica moderna en muchas áreas de estudio (a pesar de las versiones de crítica cultural parciales y suavizadas utilizadas muy a menudo). Por otro lado, es un callejón histórico sin salida, sin prácticamente nada que ofrecer por sí mismo (sin edificio, sin departamento, sin cursos especializados, sin módulos curriculares o sin presupuesto estable), exceptuando la investigación y dedicación de un irreductible núcleo de adeptos convencidos, distribuidos por varias Universidades españolas.”
Lo que está en juego es, precisamente, el corazón del proyecto intelectual que se supone que la Universidad encarna, la LIBERTAD de pensamiento que no es, de ninguna manera, alineamiento y acomodación con el Poder, al contrario, como bien afirma Chantal, es en el espacio académico donde especialmente debería cuidarse lo “subalterno y limítrofe”. Los estudios culturales, qué duda cabe, parten de una premisa, que Chantal también menciona en su libro, que justamente se enfrenta al tipo de sumisión al Poder que describe Foucault en Discipline and Punish:
“Esta observación deriva de Discipline and Punish de Michel Foucault (1977). El punto principal de Foucault en este libro, hay que resaltar, es que entre 1760 y los años 1960, las sociedades occidentales se regularon más cada vez con normas dirigidas a la «persona sumisa» (1977, 135) que se diseminaron a través de una red de «instituciones disciplinarias» colaboradoras, entre las que se incluyen centros judiciales, militares, educativos, de prestaciones sociales, religiosos y carcelarios, entidades todas ellas que hacían cumplir las normas y corregían las negligencias, utilizando técnicas idénticas de inserción, distribución, vigilancia y castigo (1977, 170)”
Continúa Chantal reflexionando sobre el papel del profesor y la disciplinariedad:
“Tampoco podemos ignorar hasta qué punto la disciplinariedad como estrategia concreta de control y organización social nos convierte a nosotros profesores en súbditos (académicos) sumisos.”
Y a pesar de que los Estudios Culturales han sido objeto de muchas críticas, Chantal defiende que son “un proyecto académico serio”.
Esta reseña ha pretendido subrayar algunos de los numerosos aspectos tratados en el libro, que, además, visto que el movimiento se demuestra andando, ofrece una pequeña pero interesantísima muestra de análisis desde el abordaje de los Estudios Culturales. Un libro más que recomendable: imprescindible para entender dónde estamos y qué podemos hacer para que nuestra Universidad no siga representando una diferencia europea y mundial, sí, pero de las malas.
Los estudios culturales en España. Exploraciones teórico-conceptuales desde el ‘límite’ disciplinar Ha sido publicado por Aduana Vieja Editorial (2013)
[i] En la Universidad de Nueva York, en 2005, trataba de explicarles a jóvenes estadounidenses la importacia de la Guerra Civil española en la memoria política de los europeos y por qué la España de Franco tenía un lugar especial en nuestra imaginación moral: no puedo imaginar, les dije a los estudiantes, ningún otro país que ocupe un lugar tan peyorativo en la conciencia pública democrática de hoy.
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