Hablamos con el autor de “Psicogeografía” (Carpe Noctem / PanCrítica, 2014)
Merlin Coverley es uno de los principales divulgadores del término “Psicogeografía”, título también de su primer libro, publicado en Londres hace unos años y que ahora llega a España de la mano de Carpe Noctem (edición en papel) y PanCrítica (ebook).
Merlin es escritor y librero. Educado en las Universidades de York y Londres, obtuvo su doctorado en Literatura inglesa en 2007. Es autor de cinco libros: London Writing (2005); Psychogeography (2006); Occult London (2008); Utopia (2010); and The Art of Wandering: The Writer as Walker (2012).
Mundo Crítico: En general, la psicogeografía se define de una manera imprecisa como el punto donde convergen la psicología y la geografía. En tu libro, Psicogeografía, citas unas palabras de Will Self que podrían entenderse en el sentido opuesto «he caminado largas distancias como herramienta para disolver la mecanizada matriz que comprime el continuum espacio-tiempo, y escinde a los humanos de su geografía física». La psicogeografía, ¿trata sobre cómo relatamos lo que afecta al entorno y es afectado por el entorno (donde nuestro tiempo y espacio convergen), es decir, cómo «acoplamos» ambas cosas, o trata sobre cómo nos «desacoplamos» de la geografía física, o se refiere a ambos aspectos?
Merlin Coverley: Se refiere a ambos. Creo que la psicogeografía describe las formas en las que oscilamos entre estos dos polos: por un lado, mide el grado de nuestra resistencia al entorno a medida que pasamos por él, los esfuerzos que hacemos por resistir y responder a las distintas formas en que se nos prohíbe desplazarnos; por otro lado, cómo intentamos salir de lo que nos rodea, y cortar con la seguridad que nos proporciona lo conocido. En este sentido, como sugiere la cita Will Self, hay un doble componente, activo y pasivo, en la psicogeografía y en nuestra experiencia de la urbe. Como has dicho, afectamos y somos afectados por nuestro entorno, y la psicogeografía nos anima a situar dónde convergen estas dos actitudes, el punto en el que somos simultáneamente espectadores pasivos que pasean sin rumbo por la ciudad, tanto como exploradores atentos al entorno y a los matices y ambientes que podemos encontrar…
El discurso psicogeográfico parece estar dominado de manera dañina por una serie de cuestiones sobre cuál es el objeto de estudio de la psicogeografía, y también sobre quién debe o no debe ser admitido en la fraternidad psicogeográfica, dónde y cómo puede decirse que ha surgido, etc.
M.C: Sitúas la psicogeografía dentro de una tradición literaria, e insistes en que ambas cosas no deberían separarse. Ahora bien, en el contexto de las relaciones entre literatura y política, podemos traer aquí la pregunta de Sartre sobre la función de la literatura que él plantea en “¿Qué es la literatura?”; la pregunta “¿Qué es la literatura psicogeográfica?”: ¿Sería igualmente legítima? ¿Podemos relacionarla en el viejo debate sobre la relación entre literatura y vida? En otras palabras, ¿puede la literatura psicogeográfica o la literatura en general hacer algo para cambiar nuestras condiciones?
M. Coverley: Creo que la pregunta “¿Qué es la literatura psicogeográfica?” es perfectamente legítima que yo sería incapaz de responder. Aún no se ha dado una respuesta satisfactoria (para todo el mundo) a la pregunta sobre qué es la psicogeografía, y este asunto de proporcionar una definición tiende a plantear más interrogantes de los que resuelve. Como resultado, el discurso psicogeográfico parece estar dominado de manera dañina por una serie de cuestiones sobre cuál es el objeto de estudio de la psicogeografía, y también sobre quién debe o no debe ser admitido en la fraternidad psicogeográfica, dónde y cómo puede decirse que ha surgido, etc. Prefiero pensar en la psicogeografía como un término genérico que apunta a numerosos textos y autores que a menudo parecen no tener mucho en común entre ellos.
No estoy seguro de hasta qué punto la psicogeografía, al menos en su actual encarnación, pueda estar ofreciendo ideas o apoyos a las protestas de Occupy o del 15M
M.C: Borges es un ejemplo de un escritor que se ha visto obligado a “viajar” lejos de su sillón (al final de su vida estaba casi ciego), especialmente por su interés en oscuras leyendas y en el modo en que él confía en el gnosticismo y el misticismo. Mientras, que Cervantes fue un “hombre de acción” que en gran medida se basó en su propia vida para escribir “El Quijote” y que crea dos personajes cuyas aventuras tienen lugar fuera de casa y que a su manera registran los ambientes de su tiempo. ¿Podríamos decir, entonces, que estaban practicando una especie de Psicogeografía?
M. Coverley: Me temo que no estoy cualificado para hablar de Cervantes con precisión, pero tu descripción de Borges como un viajero “de sillón” le sitúa firmemente dentro de una tradición literaria que tiene vínculos claros con el pensamiento psicogeográfico. He desarrollado esta tradición con cierto detalle en mi libro “The Art of Wandering”, donde presento la figura del viajero mental que emplea la imaginación para superar los límites del tiempo y del espacio. En este caso, esta condición de Borges recuerda tanto al poeta pre-romántico William Cowper, cuyos ensueños imaginarios le permitieron escapar por momentos de su incapacitante depresión, como a Xavier de Maistre, quien fue capaz de soportar un periodo de arresto domiciliario narrando minuto a minuto y al detalle su “Viaje alreadedor de mi habitación” (1795). En ambos casos, los escritores atraviesan un terreno mental a fin de superar las limitaciones de su existencia cotidiana.
En todo caso, Cervantes y Borges como hombres de acción y contemplación, usan sus experiencias tanto activas como imaginativas para formar la base de su trabajo. Me acuerdo también de una distinción que Ian Sinclair hace entre “pods” y “peds”: el solitario encerrado en su habitación que atrae al mundo hacia sí a través de su trabajo, y los “peds” o peatones, en constante movimiento y que salen al mundo para informar de lo que encuentran allí.
M.C: En tu libro señalas que la psicogeografía es tan antigua como la propia novela. ¿Podemos concluir que la psicogeografía es consustancial a la literatura y que se la puede rastrear a lo largo del tiempo? En otras palabras, ¿puede haber una lectura de la psicogeografía que no sea histórica/contextualizada?
M. Coverley: Dependerá de la opinión de cada uno sobre la psicogeografía. Me parece que hay al menos dos puntos de vista opuestos: por un lado aquellos que optan por la tesis de Debord (como a él le hubiera gustado) y que, por tanto, proclaman una ruptura con el pasado y quisieran situar a la psicogeografía en un momento y un espacio precisos: París entre 1950 y 1960. Creo que quienes piensan que la psicogeografía ha verse exclusivamente en estos términos, y que puedan delimitarse rigurosamente sus fronteras, niegan o son escépticos con los intentos de extender el contexto literario e histórico de la psicogeografía. Esta posición parecer ser la de quienes animan al espectador a centrarse en un momento histórico determinado.
Por otro lado, están aquellos que, como yo, prefieren alejarse de un momento particular en favor de una perspectiva histórica más amplia. Desde esta perspectiva se puede ver la psicogeografía dentro de la tradición literaria que, a pesar de sus protestas en un sentido contrario, precede (y sigue) a la concepción del término de Debord. En ambos casos, sin embargo, la única diferencia, me parece a mí, es de magnitud: si consideras que la perspectiva histórica debe ampliarse o estrecharse; yo no creo que sea posible “liberar” a la psicogeografía de un contexto completo.
M.C: ¿Crees que podemos contectar la psicogeografía con movimiento como “Occupy London” u otras protestas como el 15M en Madrid, que al parecer fue la primera de todas?
M. Coverley: No estoy seguro de hasta qué punto la psicogeografía, al menos en su actual encarnación, pueda estar ofreciendo ideas o apoyos a las protestas de Occupy o del 15M. Por supuesto, hay evidentes similitudes con Debord y el 68, pero incluso en ese caso, el papel de la psicogeografía es en sí bastante oblicuo. Dado que hoy en día la psicogeografia se ha separado bastante de sus orígenes políticos, al menos en el Reino Unido, creo que tiene poca conexión directa con los desafíos actuales que propone el capitalismo global. Si es deseable o no que la psicogeografía adopte o desarrolle una posición de ese tipo es, por supuesto, otra cuestión.
M.C: La figura del “paseante” y de la ciudad parece ser consustancial a la psicogeografía. Desde 1936 hasta 1975 con la muerte de Franco, y durante los años anteriores a la transición, las calles españolas estaban bajo una vigilancia dictatorial y se regían por leyes fascistas. En una situación así sólo puede hablare de “psicogeografía secreta”. ¿Se puede acuñar un nuevo término para este fenómeno (“exilio psicogeográfico”), para referirse a esa especie de soterramiento en el interior de la relación con el espacio? En otras palabras, ¿puede haber una psicogeografía sin un pasenate o sin una ciudad?
M. Coverley: Me gusta la idea de lo que llamas “exilio psicogeográfico” y tu sentido de una psicogeografía “secreta” que me lleva de nuevo a la figura del viajero imaginario que mencioné antes. No puede, en mi opinión, existir una psicogeografía que prescinda del paseante o de la ciudad, un proceso que se lleva a cabo únicamente en lo que JG Ballard llama “Inner Space”: el terreno mental en el cual llevamos a cabo nuestras vidas. Bajo un ambiente político hostil, o enfrentado al grado de vigilancia que opera en la mayoría de las ciudades occidentales de hoy, la calle se ha convertido, sin duda, en el lugar más duro para un “vagabundo” urbano en lo que a un comportamiento libre se refiere, ya que los movimientos están más supervisados y restringidos. Si uno lleva tanta represión a su conclusión lógica, se encuentra con el caso de Albert Speer (para revertir por completo la polaridad política de tu pregunta) y sus experiencias en Spandau. Confinado en el jardín de la prisión, su respuesta fue aprovechar sus magníficos recursos imaginativos para realizar un viaje épico de psicogeografía interior, “la circunvalación del mundo” que describe en su diario de la cárcel.
M.C: El filósofo español Ortega y Gasset actuó de visionario cuando en 1930 escribió “La rebelión de las masas”, un ensayo filosófico cuyo objeto es el “hombre-masa”. En “Meditación sobre la Técnica” él dice: “La técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto…, un movimiento en dirección inversa a todos los biológicos. La respuesta del hombre en contra de su entorno, su resistencia a aceptar y conformarse con lo que el mundo es constituye su especificidad”. Desde este punto de vista, ¿crees que podríamos incluir a Ortega en el canon de la psicogeografía?
M. Coverley: Una vez más, debo reconocer mi ignorancia en este tema, ya que nunca he leído a Ortega y Gasset. Mi reacción a su idea del “hombre-masa” sería, quizá, la de establecer un paralelismo con el relato de Poe “El hombre de la multitud”, del que hablo en el libro. La relación entre el individuo y la masa es, por supuesto, decisiva para la literatura psicogeográfica y se puede rastrear a través de la obra de De Quincey, Poe, Baudelaire, Benjamin, los surrealistas y demás. Y sobre esta base, Ortega y Gasset parece merecer un lugar en este particular recuento.
La cita que me has mencionado nos devuelve a la pregunta inicial y al grado en que afectamos y somos afectados por el entorno.”La respuesta del hombre en contra de su entorno, su resistencia a aceptar y conformarse con lo que el mundo es constituye su especificidad“. Esta afirmación de Ortega me parece la mejor manera con la que me he encontrado hasta ahora de resumir las ideas psicogeográficas.
El libro “Psicogeografía” de Merlin Coverley se puede adquirir en las webs de Carpe Noctem (edición en papel) y PanCrítica (ebook)
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