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Mario Lavagetto

Eutanasia de la crítica

Analizamos el libro de Mario Lavagetto

Eutanasia de la crítica, de Mario Lavagetto (uno de los críticos italianos de mayor influencia), publicado recientemente por PanCrítica, es un breve texto, un opúsculo, sobre el estado de la crítica literaria y del trabajo de crítico literario en la actualidad.

Lavagetto toma como base de su análisis Italia, pero, créanme, las cosas no son muy diferentes allí que aquí y, si lo son, lo son para mejor.

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Eutanasia de la crítica de Mario Lavagetto

Lavagetto parte de la pesimista tesis de que la crítica ya no es casi nunca crítica de la fuente primaria, sino de otros textos previos sobre aquellas fuentes primarias y que se ha convertido en un marasmo que, en lugar de conducir a los lectores a las obras que se critican, lo acaban envolviendo en una red bibliográfica que impide el disfrute de las lecturas originarias. En palabras de Steiner, en quien Lavagetto personaliza esta posición pesimista: «La masa de libros y ensayos críticos, de artículos eruditos, de actas de congresos y tesinas que se producen cada día en Europa y en Estados Unidos tiene la potencia ciega de una ola de maremoto […]. Los comentarios son interminables. En el mundo del discurso interpretativo y crítico […] los libros, ensayos y artículos se retroalimentan. La mecánica de esta sucesión interminable es la de la langosta. Una monografía se nutre de otra, la visión se ceba en la revisión. El texto primario es sólo la fuente distante de una proliferación exegética autónoma. Lo que de verdad se toma como fuente del libro del autor Z son los trabajos de los críticos X e Y sobre el mismo tema. Tanto en las convenciones retóricas como en la sustancia, los textos secundarios se basan en otros textos secundarios. Los libros de interpretación literaria, de crítica del arte y de la estética musical hablan de libros precedentes sobre los mismos temas o sobre temas estrechamente relacionados. El ensayo dialoga con el ensayo, el artículo charla con el artículo, en una infinita galería de ecos quejumbrosos».

La crítica literaria ha reaccionado cerrando filas y encerrándose en sí misma: especializándose, produciendo libros y ensayos que tienen como público potencial otros críticos literarios (que raramente los leen) o estudiantes que los fotocopian, a veces los estudian y casi siempre los olvidan

¿Cuál es la opción contraria?, se pregunta Lavagetto. Irse a un trato directo con la fuente primaria. «Roland Barthes», dice Lavagetto, «dijo en una ocasión que escribir equivale a quitar las comillas; el riesgo consiste, sin embargo, en que este utillaje ligero nos exponga al peligro de eliminar las comillas sin saber que estamos repitiendo lo que otros ya han dicho, siendo rehenes sin saberlo, de una terrible ecolalia».

Por otro lado, dice el autor italiano, la fuente primaria parece más presente que nunca, al menos, entre los lectores. O sea, que tampoco hay motivos para la visión pesimista de Steiner: la crítica no está impidiendo el acceso a las grandes obras de la literatura (aunque, quizás, tampoco lo esté fomenando). Sólo en 2002, dice, se habían vendido en los quioscos italianos cuarenta millones de libros. ¿La razón? Colecciones de “las mejores novelas del siglo XX”, “Los clásicos italianos”, etc., publicados a un precio más que razonable por periódicos nacionales italianos, tal y como aquí hicieron por esas fechas varios periódicos (sobre todo, “El Mundo”), cuyas obras todavía pueden verse abarrotando los estantes de las librerías y puestos de libreros de segunda mano.

La pregunta obvia es: todos esos libros ¿se leen o sólo se compran? Todo parece apuntar hacia lo segundo. Los libros están ahí, pero no se leen. Quizás, dice don Mario Lavagetto, porque esos libros antiguos y honrados, publicados completos, pero sin una guía, sin una interpretación crítica, son inaccesibles para buena parte de la gente.

Y es que paralelamente a la venta de millones de ejemplares de novelas, libros de poesía, etc. las obras de crítica literaria han perdido espacio: «La mayor parte de esos títulos los publican pequeños sellos especializados en ediciones universitarias que nunca o casi nunca consiguen llegar a las estanterías de las librerías». La situación, como la describe muy bien Lavagetto para Italia (pero en España ocurre lo mismo) es más o menos la siguiente: «en la mayoría de los casos, los profesores universitarios en el momento de firmar increíbles contratos de publicación que no recogen compensación alguna (o, sólo raramente, una propina simbólica) se comprometen a garantizar que se agote la primera edición en el curso de dos o tres años o, en caso contrario, de adquirir las eventuales copias no vendidas. En ese momento, la máquina se ha puesto en marcha y el libro, finalmente publicado, pasa a formar parte de las lecturas obligatorias de los programas de estudio, de forma que a menudo los estudiantes de la materia no conocerán sino la perspectiva de su profesor». Todo ello, fruto de la tendencia, dice, a encerrarse en el interior de un circuito donde todavía se puede fingir que hay público para cierto tipo de obras: «se organizan mesas redondas, monografías y congresos que producen “actas” en las que las más de las veces artículos extraordinarios aparecen junto a […] obras de relleno, resultado de “compromisos que debían por fuerza atenderse”, y donde todos estos artículos, buenos y malos, se precipitan a una muerte inexorable”. A esto hay que sumar las colaboraciones del autor con los periódicos, sus intervenciones en la radio o en las televisiones locales, con tal de procurarse un estrado desde donde hablar (y siempre poco y en pocas ocasiones) o su reencarnación en novelista o poeta. ¿A que la situación les suena?

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Mario Lavagetto

«La crítica literaria ha reaccionado cerrando filas y encerrándose en sí misma: especializándose, produciendo libros y ensayos que tienen como público potencial otros críticos literarios (que raramente los leen) o estudiantes que los fotocopian, a veces los estudian y casi siempre los olvidan», dice Lavagetto y añade: «casi nade se ha preocupado no ya de encontrar e identificar, sino de crear, de construir un público virtual, un público cuyos gustos e inclinaciones “naturales” habrían ido cambiando de manera radical al irse modificando lo que Lotman ha llamado la semiosfera».

Lo que está en crisis en realidad, dice el autor, es aquel viejo intento de hacer de la crítica una ciencia. «Escribir una nota correctamente, elaborar una bibliografía articulada (y conocerla), escribir sólo después de haber recabado una documentación adecuada, identificar y eventualmente clasificar una serie de constantes y variables, dominar con seguridad los códigos lingüísticos, etc., son operaciones que forman parte del bagaje indispensable para el correcto ejercicio de una profesión que sin duda posee una especificidad imprescindible, pero que no tiene nada que ver con la “ciencia”».

«Eutanasia de la crítica» no es el parte de defunción de la crítica, pero sí un texto necesario para saber dónde se encuentra la crítica literaria en Europa

Aquella tendencia del “libro” como cuerpo extraño a investigar es una de las ramificaciones de la crítica que Lavagetto analiza y, claro, critica en esta anatomía de la crítica que también pone en la mesa de estudio la escuela del canon, el marxismo, el estructuralismo y la crítica comparada, entre otras tendencias cuyos resultados, en cualquier caso, ha sido que la ciudad ideal de Steiner, aquella en la que hubiera muchos novelas, poemas, obras de teatro, pero ningún crítico, está cerca de hacerse realidad. Sin que eso signifique, sin embargo, que aquellos libros se lean. Y mucho menos, se entiendan.

¿Conclusiones? La renuncia a no seguir leyendo, desde luego. Y a no dejar de interpretar lo que se lee, dice don Mario. Buscando siempre aquello que es supone la razón de ser de cada libro: «Lo que tenemos de frente y que está literalmente oculto en la superficie, entre las frases, entre las palabras, y que no es un fantasma, una hipóstasis, sino algo que existe, que es texto, es palabra, es dispositivo y materia, es la trama y el valor del tejido nos fluye entre las manos. Y también […] el sentido último de la literatura».

Pero lo más importante de este libro no es quizás la (optimista) conclusión a la que llega Lavagetto, sino las preguntas que hace, las reflexiones a que obliga a todo aquel que, en algún momento, haya cedido a la tentación de querer comentar, analizar y explicar una obra literaria. «Eutanasia de la crítica» no es el parte de defunción de la crítica, pero sí un texto necesario para saber dónde se encuentra la crítica literaria en Europa y (esperemos) un pequeño empujón más para sacarla de los estrechos círculos que la tienen secuestrada y volver a convertirla en lo que siempre debió ser: hermenéutica a favor de la lectura, una guía para orientarnos entre las letras. Nada más, pero tampoco nada menos.

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