Planteado como un homenaje al catedrático Ramón Teja (uno de los mayores especialistas en el tema), veinte profesores e investigadores de diferentes universidades españolas han unidos sus trabajos para crear una obra -“El obispo en la antigüedad tardía” (Trotta, 2016)- en la que se trata de explicar el papel de la figura del obispo en la sociedad tardorromana (s. III-V)
La obra, así constituida, supone una amplia explicación de los últimos avances y descubrimientos en los estudios sobre la Antigüedad Tardía y el cristianismo; explicación, además, perfectamente ordenada por subtemas, que convierten al libro en una muy buena obra de consulta para los interesados.
No estamos, claro, ante un libro divulgativo, sino ante una obra académica, con todo lo que eso supone a nivel del lenguaje, pero también a nivel de calidad de datos y de informaciones.
La obra, en cualquier caso, para quienes nos hemos interesado en algún momento por el periodo resulta francamente interesante, ya que la figura del Obispo es capital para entender el paso de un modelo ciudadano de organización social, a uno feudal. A medida que el poder de Roma se descompone, los obispos, que ya desde finales del siglo II, rigen sus diócesis como monarcas, comienzan a convertirse también en señores feudales: autoridad última en muchos casos en enormes regiones en las que se encargaban tanto de impartir justicia como de la recaudación.
Así, ya a finales del siglo III, en Hispania y en otras diócesis (en el sentido administrativo romano) los obispos ocupan una situación privilegiada, que se acentuará con la llegada de las invasiones bárbaras, cuando el obispado cambie de religión (o no) hacia el arrianismo, pero no ya su estructura monárquica.
Soporte principal, entonces, de la futura sociedad feudal, junto con las aristocracias de origen militar, el estudio de esta figura es, como decíamos, capital para entender una parte de nuestra Historia no por olvidada (a caso por poco luminosa), menos interesante.
Una época, la de amenes del Imperio Romano, que nos puede enseñar, entre otras cosas, como aquello que parecía sólido, puede venirse abajo en sólo unos pocos años. Y no precisamente por culpa de los bárbaros.
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