Al límite, de Thomas Pynchon

Analizamos la última novela de uno de los escritores estadounidenses vivos más importantes e influyentes

“Al límite” (Tusquets,2014), se titula “Bleeding edge”, en su versión original, término que hace referencia a una tecnología punta cuyo uso puede ser mortífero y oscila, sí, en torno a la tecnología y su capacidad destructiva.

Esta última novela de Pynchon, arranca con un día cualquiera en la vida de Maxine, una investigadora de fraudes fiscales en horas bajas. A Maxine, que entra en escena llevando a sus hijos al colegio, no sólo le acaban de retirar la acreditación que la permite ejercer legalmente, sino que además acaba de separarse de su marido.

al limite pynchonEse mismo día, un viejo conocido llega a su despacho y le propone investigar una empresa de nombre impronunciable  —hashslingrz— porque cree que su director, Gabriel Ice, está desviando fondos hacia oriente medio con fines poco claros. Hay que tener en cuenta que la acción transcurre en el Nueva York de seis meses del ataque a las torres gemelas. Una ciudad que trata de sobreponerse a la ruina de las empresas tecnológicas —se ha producido el crack de las puntocom— mientras sus calles se llenan de nerds, script kiddies, hackers y demás expertos informáticos, con mucho tiempo libre y, a veces, no muy buenas intenciones. Una ciudad que, a lo largo de las páginas, y con sus diferentes barrios que son como diferentes idiosincrasias (yuppies, negros, latinos,…) se convierte en uno personaje más de la obra.

Una obra que, según avanza, nos permite asistir a una trama que podríamos calificar de negra —e incluso de espías— sino fuera porque la calidad narrativa y la personalidad de Pynchon la llevan a un nivel por encima de toda catalogación.

Y es que Pynchon —que emplea algo más de 50 páginas en presentarnos al elenco principal de la novela— construye esta obra, como todas las suyas, en torno a un gran número de personajes, todos ellos perfectamente creados y maravillosamente extraños, que se relacionan de una manera u otra con Maxine y con su investigación y también con la ciudad de Nueva York y sus trapos sucios.

Pese a todo, comparar esta obra con otras previas de Pynchon como V. o Vineland, nos hace ver que estamos, sin duda, ante la obra más accesible del autor estadounidense. Y aunque en algunas reseñas se ha vuelto a emplear para describir “al límite” la palabra entropía —algo que sólo se puede explicar por la costumbre—, lo cierto es que esta obra está muy lejos de la estructura caótica que tenían las anteriores novelas de este autor.

Más aún: “Al límite” engancha, entre otras cosas, porque su estructura coge lo mejor de las novelas policiacas y de espías, consiguiendo mantener constante la tensión y la intriga durante más de trescientas páginas y hasta unos capítulos finales que devuelven a Maxine y a los lectores a la (cambiada) cotidianeidad. En cierto modo, a lo que asistimos es al enfrentamiento entre quienes desean una Internet y un país libre (y que son los soñadores y hipies de otras novelas de Pynchon) con los “cabronazos y codiciosos puntocomers, que hacen que los contratistas inmobiliarios parezcan Bambi y Tambor” (pag. 127).

Si bien, Pynchon desarrolla este enfrentamiento —y por eso es una gran novela— a través de una colección de personajes que se encuentran entre lo mejor de su obra. Así, por ejemplo, tenemos a la coleccionista de muñecas Vyrva; a los creadores del mundo paralelo llamado DeepArcher, Justin y Lucas; al cineasta Reg y a su paranoico compañero y pirata informático, Eric; también a secundarios como Windust —una versión del malvado agente federal de Vineland—, a los mafiosos rusos y amantes del rap, Misha y Grisha; a la alegre Heidi, a la secretaria que parece salida de una teleserie negra de los ochenta, Daytona y, en suma, a no menos de treinta personajes, como decía, perfectamente creados tremendamente originales y maravillosamente locos.

Todos ellos envueltos en una trama que tiene el 11M como telón de fondo o, más bien, como más destacado momento de toda una conspiración destinada a seguir convirtiendo Estados Unidos en el paraíso de cualquier sádico republicano: una de las obsesiones de Pynchon, que aquí se entremezcla con una crítica sin perífrasis al capitalismo tardío:

Me refiero a que el capitalismo tardío es una estafa piramidal a escala global, el tipo de pirámide en cuya cima celebras sacrificios humanos mientras convences a los primos de que el chollo va a durar eternamente

Otra constante en Pynchon —que aquí también se mantiene— es la de dejar acceder al lector a la novela, y también a los protagonistas, cuando la trama principal lleva mucho tiempo en ejecución. Esto, unido a su decisión de presentarnos a los personajes con detenimiento y calma, hace que sus novelas estén llenas de digresiones, flashkbacks y tramas secundarias. Si bien, como señalábamos arriba, en esta novela Pynchon parece haber contenido más su pluma y todas las elipsis están perfectamente ordenadas en torno al argumento principal. Así, la tensión se sostiene adecuadamente por la habilidad narrativa de Pynchon, por su genio en el uso de los tempos y, sobre todo, por la magnífica mezcla de situaciones en apariencia absurdas en medio de una sociedad corrupta que no cabe menos que tomarse en serio.

También subsisten en “Al límite” otras obsesiones del autor como la crítica a lo que considera la burocracia fascista de los Estados Unidos (FBI, NSA, CIA,…); y los héroes de segunda e incluso de tercera fila, ayudados siempre por habitantes de los bajos fondos: delincuentes, mafiosos, hackers,… todos los cuales se oponen a la maquinaria del sistema, a veces por principios, a veces por interés y, casi siempre, por azar o necesidad de supervivencia.

Estamos, pues, ante una obra que mantiene muchas de las constantes de su autor, pero que aparece organizada de una manera más tradicional, lo que puede convertirla en la perfecta puerta de acceso al universo de uno de los creadores más originales de la literatura contemporánea.

Estamos, también —y resulta difícil no decirlo así— ante una de las mejores novelas que se han publicado en el año, sino la mejor. Con su colección de personajes, con su trama adictiva, con su prosa que oscila entre el humor y la crítica descarnada, Pynchon ha edificado una novela a la que el adjetivo magistral no le queda grande.

 

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