La esperanza del azar

Reseña de DANIEL GARCÍA FLORINDO

El título un mínimo de racionalidad un máximo de esperanza, nuevo poemario de José de María Romero Barea (Córdoba, 1972)nos remite a una coordenada expresa que el propio autorparece haberse propuestoenel proceso creativo de esta obra. Remito, pues, a esa poiesis platónica, a un proceso de creación que no deja de ser una forma de conocimiento y a la vez una forma lúdica, pues la expresión no ha de excluir el juego. Ya en la filosofía moderna, Martin Heidegger utilizaría este término (poiesis) en su sentido más amplio como «iluminación», y subrayaría el momento de éxtasis producido cuando algo se aleja de su posición como una cosa para convertirse en otra. Para llevar a cabo este proceso en sus poemas Romero Barea ha querido, como dice el título,situarse en los límites del lenguaje, del logos mismo cuyo mecanismo racional ha de oponerse al azar donde el poeta declara depositar«un máximo de esperanza».Como se aprecia en el título y comprobaremos en los poemas, Romero Barea establece así claramente dos extremos que se encuentran en la dicotomía racionalidad, esperanza, una dicotomía que igualmente tiene su correlato en los términos mecánica, azar. Estos componentes pretenden ser modulados en los poemas de este libro de un modo inversamente proporcionado y extremado, según hemos inferido de esta propuesta:un mínimo de racionalidad un máximo de esperanza.Por una parte, la mecánica —esa racionalidad—supone una lógica, una regla de funcionamiento que ha de ser mínima, desde el punto de vista de nuestro autor. Sin embargo, desde el punto de vista del receptor, esa dificultad mínima está abocada a invertirse, ya que se trata de una poesía cuyos valores estrictamente comunicativos quedan relegados, al menos, a un papel secundario.Advirtamos cómo el título de José de María invierte el negativo del segundo libro de Ángel González de 1961, Sin esperanza, con convencimiento, libro cuyo interés comunicativo se sitúa en las antípodas del estilo hermético y vanguardista con el que José de María ha concebido estos poemas. De este modo, además de una decantación definitiva y confiada hacia la noción de la poesía como conocimiento (cuya posibilidad, por otra parte, hemos de cuestionar), este poemario representa sobre todo una reflexión acerca de las relaciones entre los signos y el mundo, así como las posibles reglas que las rigen, incluido lo que en ellas puede haber de aleatoriedad.Romero Barea actualiza con estos poemas el problema de la indecibilidad en el que se situó la lírica moderna, especialmente en el discurso de las vanguardias, tras el brusco cambio de dirección que supuso la superación del romanticismo histórico frente a la formulación clásica (donde la lírica aún mantenía la realidad como objeto incuestionable de la mimesis). Como ocurriera en la lírica moderna también en este libro podemos apreciar una íntima unión entre la insatisfacción ante las posibilidades de la lógica y la renuncia a la retórica y a los elementos formales de la tradición poética. Rasgos característicos como la tipografía minúscula del título, la ausencia de puntuación, los espacios en blancos o la numeración romana de las distintas piezas evidencian la concepción del texto como resultado de la tensión provocada por dinámicas contrapuestas entre la imposibilidad del decir y el sentido del silencio, tomando como modelo uno de los poemas fundacionales de la modernidad, Un coup de dés, de Mallarme. También el carácter experimental y la atención al lenguaje como la única materialidad ineludible en la poesía de este libro tiene como consecuencia la suspensión de la sentimentalidad, así como la pérdida del protagonismo del sujeto como elemento del discurso poético. No obstante, el sujeto poético de este libro no se diluye completamente, más bien se abstrae esencialmente en la consciencia del instante, ese instante en el que se tiran los dados para captar la imagen de un pensamiento momentáneo. En el fondo, lo que este poemario plantea es un diálogo del sujeto con el espejo de la página en blanco, en ese cuadrilátero donde la conciencia agita sus dados y se escribe el poema. Normalmente, el resultado suele ser un viaje de ida y vuelta, un continuo retorno a sí mismo pero transformado tras la peripecia lingüística del propio texto. De hecho, la propia estructura bipartita del poemario puede considerarse un viaje de ida y vuelta, incluso podríamos considerar su lectura como un único poema extenso fragmentado. Por otra parte, la confrontación del ser en este continuo juego de espejos se ve reflejado formalmente en una suerte de desdoblamientos y bimembraciones opositivas, como la del propio título. Así, forma y fondo responden a la lógica interna del juego literario creado por Romero Barea, un juego que es también una forma de escapar y a la vez de capturar y entender la existencia, aunque el poeta bien sepa que fuera de ese cuadrilátero las reglas de la realidad sean otras. Así, pues, consciente de todo ello José de María Romero Barea ha conseguido con este libro estirar al máximo las posibilidades, los límites de un lenguaje que son también los límites del mundo que ha creado.

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