La puerta de los ángeles, de Penélope Fitzgerald

Reseñamos esta novela publicada por Impedimenta

Impedimenta continúa publicando las obras de Penélope Fitzgerald, en este caso “La puerta de los ángeles”, con una traducción de Jon Bilbao .

La historia de esta novela pudiera ser el primer caso de un argumento repetido luego con diferentes variantes a lo largo de la historia de la literatura y, sobre todo, del cine: el del accidente casual que pone en contacto a dos seres, hombre y mujer, destinados a conocerse.
Penélope Fitzgerald, en todo caso, enfoca ese argumento de un modo peculiar. Peculiar no sólo por el contexto en el que sucede, sino por el modo en que estructura la novela, es decir, en que dosifica la información en que nos va dando.

Asistimos así, primero, a una introducción sobre la vida de Fred Fairly, profesor de ciencias en Cambridge y miembro del college de St. Angelicus, una de cuyas normas, dictada más por la falta de espacio que por la moral, es que ninguna mujer puede cruzar su puerta. Al menos, su puerta principal.

Esa introducción nos pone en contacto con el mundo de Fred justo después del accidente, con las aspiraciones del joven y con su pasado. Es decir, nos lo da a conocer para, a continuación, hacer lo mismo con el otro personaje al que el destino pone a jugar: Daisy. Una joven del Sur de Londres, pobre, a la que poco antes del accidente acaban de echar de su puesto de enfermera, un puesto que había supuesto toda su ambición.

La tercera y cuarta parte del libro las emplea Penélope Fitzgerald, en fin, para resolver los dos misterios que soportan argumentalmente el libro: cómo se produjo el accidente y de quién fue culpa y qué pasará con la relación entre Fred, que por ser miembro del St. Angelicus no puede casarse, y Daisy.

Decimos que esos “misterios” son los que soportan el libro, pero, en realidad, el encanto principal de la obra es su tono, su prosa. El estilo ligero, a ratos irónico, con que Fitzgerald presenta a los personajes y nos los va dando a conocer a base de anécdotas, informaciones y pequeñas introspecciones.

Y ese sea, acaso, el gran mérito de esta obra, como lo es el de la mayoría de esta autora: el de no permitirse ser aburrida.

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