Los lanzallamas, de Rachel Kushner

Analizamos esta novela editada por Galaxia Gutenberg

Hay muchos aspectos de la novela de Rachel Kushner que resultan confusos, aunque no ha de entenderse este adjetivo en términos negativos. Habituados a situar las novelas actuales en una u otra estela (la novela histórica, la novela de ideas, la novela fantástica, etc.) relatos como el de Kushner, movidos fundamentalmente en torno a la anécdota, que carecen de un principio y de un final propiamente dichos y en los que la inventiva y la experimentación juegan un papel muy importante, se vuelven inclasificables. Lo que en principio, más que malo, es bueno.

rachel kushnerPero vayamos a la sinopsis. Reno —la narradora, de quien nunca sabemos su nombre real; Reno es una apodo— se instala en Nueva York después de terminar la carrera de Bellas Artes. Allí conoce a los que ella denomina “el grupo de la pistola”, tres artistas bohemios que viajan con chófer a través de la ciudad y con uno de los cuales, Ronnie, acaba acostándose.

No estamos desvelando, no teman, nada “central” en la trama. Entre otras cosas, porque la trama, en sí, no es central en esta obra. Así, lo que sigue es el encuentro y enamoramiento de Reno con uno de los herederos de la todopoderosa familia italiana Valera, que resulta ser amigo de Ronnie. A partir de aquí, entendemos y vemos cómo esta historia principal se bifurca en multitud de pequeños relatos. Algunos referentes al padre de Valera, el fundador de la estirpe y seguidor del futurismo (y, políticamente, del fascismo); otros referentes al pasado de Ronnie o del propio Sandro; otros son historias que el propio Sandro, un fabulador, injerta en la historia. En suma: la novela, lejos de seguir un sólo cauce, busca, a través de la fragmentación y de los múltiples puntos de vista contar una historial “global” en torno a una serie de personajes, abarcarlos por completo.

Hay que suponer, desde ese punto de vista, que muchos de los “relatos” corresponden a la fantasía de Reno, es decir, que no son, estrictamente hablando, la verdad. Pero es que la relación verdad/mentira y su papel en el arte, es una de las claves de este libro. Así, en una escena cargada de lirismo, Ronnie le demostrará a Reno que la verdad puede ser trmendamente inútil y la supuesta mentira maravillosamente bella

Decíamos, en todo caso, que hay algo de confuso en la novela porque ésta —hay que mencionarlos— se desarrolla en los años 70, es decir, tiene un porcentaje de novela histórica. Si bien, hay partes que parecen muy bien documentadas, aunque los nombres hayan cambiado y, en cualquier caso, no se rompen nunca las barreras de lo verosímil. Igualmente, el personaje de Reno (inocente hasta sobrepasar, a veces, la ingenuidad) y el entorno en el que está, plagado de artistas, remite a una novela de iniciación. Finalmente, la relación amorosa de Reno y Sandro nos pone delante una historia romántica entre dos personas de clases sociales muy distintas (todo un clásico).

Por otro lado, existe una dificultad política en situar en el espectro “moral” la novela de Kushner. Tenemos por el lado una descripción del futurismo y de sus consecuencias políticas (fascismo) no del todo carente de épica. Sin embargo, hay esa misma lírica en la descripción de las rebeliones de los izquierdistas nihilistas en el Nueva York de los setenta.

Quizás haya que buscar el punto de integración tanto en el título de la novela como en la leyenda que la encabeza. El título es “los lanzallamas”. La leyenda “Fac ut ardeat” (hazla arder) que, sacada de una chimenea, podría remitir al mensaje de que la vida, sin pasión, sin ser entregada a una causa (sea ésta el arte, el futurismo, la política) no vale nada. Que sea cual sea el camino que se elija hay que recorrerlo con pasión.

La propia autora, en una entrevista con «Paris Review» jugaba con la indefinición y preguntada por la leyenda respondía: “My book is partly about insurrection. Fire is a powerful form of transformation and change. The epigraph seemed fitting in multiple ways—what is made to burn? Fire can be a destructive change or a purifying one” (Mi libro trata, en parte, sobre la insurrección. El fuego es una forma poderosa de transformación y cambio. El epígrafe parecía adecuado en múltiples formas: ¿Qué está concebido para arder? El fuego puede suponer un cambio destructivo o uno purificador)

En esa misma entrevista la autora reconoce que hay algo de voyeur en el papel de Reno (y del artista), algo de visitante del desastre, que acaba a veces salpicado por ese desastre, pero que finalmente no se entrega a ninguna causa, acaso porque ya tiene la suya.

En cualquier caso, y más allá de lo lejos que podamos ir con nuestras interpretaciones ( a las que la obra, por su indefinición, se presta), la novela se sostiene fundamentalmente por dos elementos: la prosa de Kushner (en una traducción a veces falta de ritmo, pero aun así muy decente) y, sobre todo, la engañosa idea de que la novela se dirige hacia alguna conclusión. Cuando lo cierto es que la novela, estrictamente hablando, no concluye. El punto y final se produce más allá de la página 400 cuando podía haberse producido cincuenta o sesenta antes.

Con todo, la novela ha sido muy celebrada y no es algo gratuito. Como decía, frente a un mundo polarizado, la propuesta de Kushner es personal, lírica, bellamente confusa, llena de personajes memorables (algunos fluctuando entre la realidad y lo “típico”) y bastante valiente en su disposición. La serie de “anécdotas” que pueblan el relato central ayudan a configurar un cosmos de personajes, situaciones y lugares no sólo verosímil, sino atractivo. Dicho de otro modo, a uno le gustaría saber mas sobre Reno y sobre Sandro y, curiosamente y sobre todo, sobre Ronnie. A uno le gustaría seguir leyendo y eso, en una novela que supera las cuatrocientas páginas, significa que algo tiene.

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